martes, 29 de noviembre de 2011

LANA DEL REY





 Bicheando una vez por Spotify me encontré con semejante nombre (y semejante rostro dicho sea de paso). En esta ocasión, no fue una imagen sino el nombre lo que me echó para atrás. En inglés pudiera sonar guay pero aquí suena demasiado folclórico. La muchacha, adoratriz de femmes fatales, tuvo la enrevesada idea de  mezclar a la siesa de Lana Turner con Ford del Rey, una marca de coches de principios de los ochenta. Aún así pinché y flipé. Esta mujer, que debió llevar una fotografía de la pata Daisy a su cirujano, tiene un sonido muy especial, nostálgico, algo distinto a lo que se oye en el panorama actual. Además, para deleite de mariquitas estetas o mariliendres aventajadas, adereza sus canciones con vídeos hollywoodienses de un rollito warholiano setentero muy de agradecer, en definitiva: orgasmos audiovisuales para que se corran tus sentidos. El año que viene sacará su segundo álbum la artista anteriormente llamada Lizzy Grant con un título de lo más vitalista: "Born to Die". 





lunes, 21 de noviembre de 2011

ENTREVISTA A LAS DIEZ



   Estaba colocando más bolsas en la caja cuando se me acercó por detrás la encargada y en la oreja me soltó:

-Mañana tienes una entrevista a las diez.
-¿Entrevista? ¿Mañana? ¿Para qué Magda? - le pregunté apartándome extrañado.
-Para un puesto fijo.- me contestó con un guiño.

   Un puesto fijo... La prima de riesgo acojonando a los mercados y España al borde del rescate y me ofrecen a mí un puesto fijo. Un puesto fijo… No sé si se estaba quedando conmigo Magda (habíamos empatizado mucho desde que me trasladaron  hacía un mes)  pero lo que sí sé es que esa noche no dormí. La entrevista era a las diez del día siguiente pero yo la empecé a las doce y media de esa misma noche cuando me metí en el catre.  A altas horas de la madrugada todavía estaba yo entrevistándome con mi interlocutor sin cara. Le hablé de mis habilidades a la hora de prescribir zumos de naranjas recién exprimidas o detergentes que lo mismo te sirven para ropa de color que para blanco. Eso sí, siempre relajado, atento y mirándole a los ojos,- al menos así leí en el “Manual del Perfecto Entrevistado” que me había tragado esa tarde. Obvié detalles escabrosos como mi participación en orgías varias, depresiones postadolescentes, fracasos académicos así como una ligera tendencia a la cleptomanía para proclamarle a voces lo feliz que había sido  mi vida, que vivía en pareja (heterosexual por supuesto) y que si la situación se terciase iríamos en busca de los hijos. Es más, fíjese lo que le digo, estaría dispuesto a cambiar mis apellidos por Deliplús Hacendado si hiciera falta. “Todo lo que sea por la empresa”, apostillé en mi sueño…

   El despertador debía sonar a las 8 pero a las 6:41 tenía ya los ojos como platos. “Más técnicas de entrevistas, necesito más técnicas…”, me decía mientras encendía este aparatito. Joer Arguifonte, es que un puesto fijo ahora mismo sería un puntazo, te pegarías un viajazo, comprarías este apartamento, un coche nuevo, una réflex, mi primera Blackberry…  todo eso y más. ¡Oh sí, cuánta dicha! Mientras planchaba la camisa imaginaba que si comprase el apartamentucho le pondría parqué al suelo y rellenaría la pared de estanterías para meter  mis pelis, cd´s, libros y todos los Fotogramas que colecciono desde el año 93 que por motivos de inestabilidad hogareña aguardaban en casa de mis padres… Lo veo, lo veo, me estoy viendo...

   Dushaíto y maqueao a punto de abrir la puerta volví al baño para lavarme los dientes otra vez no vaya a ser que me oliera Aurelio, el entrevistador con el que había quedado a las diez, el aliento a alcohol de la Steinburg que me había bebido la noche anterior. “Qué exagerado eres” dije al que tenía frente a mí en el espejo. Y nada, que como tenía tiempo, pues aproveché ahí para hacerme a mí mismo un nuevo simulacro de entrevista: “A ver, hábleme de usted Arguifonte…”

  Llegué muy justo pues no había forma de aparcar en aquel barrio. Las oficinas en las que me habían citado estaban encima del supermercado. Pulsé el botón del porterillo pero allí no contestaba nadie.

-¿Buscas a Aurelio? Acaba de salir.- me dijo la mendiga rumana que trabajaba de "por favor" en la puerta del super.
-Sí, seguro que ha ido a desayunar. Siempre va a aquella cafetería…- me dijo el barrendero que limpiaba la acera sumándose inauditamente a la conversación.

   Joder, qué control tiene esta gente, normal con la ruina que está cayendo todo el mundo querrá conocer a Aurelio pero, y  ¿ahora qué coño hago?, son las diez menos cinco, va a pensar que he llegado tarde. Sin dudarlo me fui en busca del famoso Aurelio, pocos trajes de chaqueta debían de haber en la cafetería de un barrio obrero. Efectivamente, al fondo sentado en una mesa, un gordete bajito enchaquetado tipo Danny DeVito sorbía el café de una taza con el dedo meñique tieso… Esperé el trago para plantarme delante de  él:

-¿Es usted Aurelio verdad? - le dije extendiéndole la mano, -Buenos días, soy Arguifonte. Tenía conmigo una entrevista a las diez.