Marzo de 1985. Ocho de la mañana. Abre la puerta de tu cuarto bruscamente y una fuerza centrífuga hace que te sobresaltes:
-¡¡¡Neneeeee!!!….¡¡¡Levántate ya!!….¡¡¡Mira qué hora es ya!!
Así de maternal te levanta tu mami todos los días para ir al cole. Te vistes rápido para bajar un momento anca Francísco, la tienda de ultramarinos de la calle, para comprar una barra de Viena. Ves cómo tu mamá mientras tanto se va para la cocina arrastrando las zapatillas, con parte de su camisón metido en el culo y el pelo aplastado por la coronilla para medio prepararte el desayuno. A la vuelta ya estaba el chorizo cortado en enormes rodajas de gran grosor sobre un papel plata y la leche calentada en el cazo con una capa de nata. La cuelas y te preparas el Nesquik, que el ColaCao en tu casa es para ricos. Los bocadillos que llevas al colegio son un auténtico espectáculo. Tu madre tiene una manía obsesiva conque estás muy canío y quiere que engrases tu cuerpo a costa de lo que sea. Cada vez que ves las fotos de la comunión te acuerdas de cómo te puso a engorde durante seis meses el año pasado a base de leche con magdalenas para que salieras en éstas con lustre. Sí. Hermoso saliste en las fotos, pero hermosa también era la picadura de mosquito en el ojo la noche anterior a la toma del cuerpo de Cristo.
Bajando ya por las escaleras del portal, con tu mochila de diez kilos- diez kilos no nueve como habitualmente pues ese día tocaba el Senda y su Roulotte- y con tu pedazo de bocadillo, liao en papel Albal, para comértelo nudosamente en el recreo de las once, se podía escuchar una atronadora voz emitiendo para toda la barriada desde el porterillo:
-¡¡Neeneeee¡¡, ¡¡Sube pa´rriba ahora mismo!! ¡¡A dónde te crees que vas con esos pelos!!!
Al subir de nuevo, al fondo del pasillo puedes ver a tu madre en la puerta amenazante, brazos en jarra remangándose el camisón y con el pie derecho aleteando constantemente. Acercándote temeroso, tu madre, con unas artimañas domésticas y trucos que supones leería alguna vez en el Pronto de anca la Chari, se mete los dedos en la boca, se los impregna de saliva y te aplaca el flequillo, cuan perfecto peine epidérmico. Su "niño modelo" tiene que ir presentable al cole. Tu abuela solía decirle a tu madre que tú eras un “niño modelo“, por lo bueno que eras; pero por aquel entonces pensabas que te lo decía porque fueras el niño más guapo de toda la calle y que ibas para modelo. Venga que me lío…que...¿por dónde iba? ¡Ah!, que eso, que para el cole que vas, cruzando todo el barrio de Santa Julia con tus diez kilos de mochila ,tu bocaíllo de shorizo liao en papel Albal, que también pesaba lo suyo, y tus doscientas copias con la frase "No volveré a hablar con mis compañeros en clase" hechas a escondidas la tarde anterior...
11.30 de la mañana. Acabado el recreo y tras haber bebido un buche de agua del lavabo del servicio (no recuerdas la existencia de botellines de agua en los ochenta, por lo menos anca Francísco no los vendían) y que un cabrónjoputa te gritara desde el fondo del pasillo" ¡¡¡Orejóooon¡¡", entras en el aula y te sientas en tu sitio. Al empezar la clase de inglés...."clinc, clinc, clinc, clinc..." No. No es una onomatopeya inglesa…..es el tornillo de tu mesa que se ha caído. Al ir a recogerlo, "El Kinder" te reprende:
-¿Qué hace levantado?. Para mañana me va a hacer usted trescientas copias en las que ponga "No debo levantarme en horas de clase".
¡¡Dios Mío!! (sólo hacía un año que habías recibido tu primera hostia y aún lo implorabas) ¡¡Esto sí que es una hecatombe, una desgracia¡¡ Trescientas copias que sumadas a las doscientas que tenía hechas hacían un total de quinientas copias¡¡¡ ¿Sabéis lo que es eso? Estamos de acuerdo con que la letra con sangre entra pero a ti ya te habían salido ampollas en los nudillos de tanto escribir. Joder macho, la marca BIC debería haberte becado de por vida por el monumental gasto ocasionado.
Tu vida pueril acaba de desmoronarse. Justo antes del toque de la sirena tomas la que con el tiempo pasó a ser tu primera gran decisión. “Voy a escaparme de casa”, le dejó el enano mensajero Arguifonte en una notita a Manolo, su compañero de pupitre, el segundo niño más guapo de la calle. “Pero, ¿a dónde vas a ir?" preguntó al devolverte el papelito el que iba detrás de ti en el ranking de niños modelos, (a alquilarme un piso y compartirlo ¡no te jode!), "No lo sé, por ahí", le contestaste. Y aquí acabó la relación epistolar entre los dos ese día. La decisión no estaba razonada pero era contundente...y vaya si la llevaste a cabo.
12:30. Puerta del colegio. Sin un puto duro. Dispuesto a saltarte el turno de tarde con un rumbo desconocido y es que también está muy bien éso de hacer viajes sin planearlos. Te haces con un arma transparente: una regla de 50 centímetros de la clase de dibujo con la que defenderte de todo el mal que te acechase. Superespada que envainas en la primera papelera que te encuentras al doblar la esquina, pues piensas que debes liberarte de toda carga, mochila incluida, para tu primera odisea.
Recorres la ciudad de Oeste a Este, de Sur a Norte… Ves a lo lejos la cárcel, el Pryca, la playa, la desembocadura del río seco, el puente de hierro que lleva al puerto, el castillo musulmán... Son las cinco de la tarde cuando en un parque a los pies de la fortaleza, haces una parada. Al sentarte bajo un árbol empieza a llover. Estás chorreando y titiritando pero el bocadillo mordisqueado de jamón que algún turista tiró por allí hace que entres en calor...y te sabe a gloria. Cuando escampa te metes en la biblioteca del centro para leer cuentos. Cierran a las ocho así que otra vez en la puta calle,... Nueve de la noche, diez, ¡¡qué hambre y qué frío tienes!!. Cuando te das cuenta de que todos los semáforos de la ciudad están en ámbar eres consciente de lo tarde que es y de que posiblemente estás equivocado debiendo esperar unos añitos más para viajar... Doce...una...La posibilidad de un inminente regreso lo provoca el hambre bestial, pero te retiene una probable bofetada de tu padre durante una hora más. El hecho de no querer convertirte en "El Increíble Niño Ampolla" también fue determinante y es que tus pies no daban para más.
No teniendo ni idea de la que se avecina, abres la puerta del ascensor y lo flipas. Todo el bloque, los 52 pisos, está en tu planta y en tu casa metido. No falta nadie: "el cartero", "la presidenta", "la telediario", "la culo gordo", "el sordo", “la cara caballo”… toda la comunidad para darte la bienvenida. Un paseíllo de murmullos se abre a tu paso acompañado de palmaditas en la espalda y frotes de manos en tu cogote. ¡Qué pechá de llorar se da todo el mundo! Más que un reencuentro parecía aquello un duelo. No asimilas hasta años después el lío que habías montado. Al día siguiente, Manolo, en otra tanda de notitas en clase, te cuenta que te habías convertido en una especie de héroe en el barrio; que incluso habían avisado a la policía; que habían organizado patrullas vecinales y que hasta te anunciaron en Radio Popular, hoy Cope Plutón. Lástima que a nadie le diera por grabar esta cuña para que pudieras oírla: "SE BUSCA NIÑO DESPEINADO, MUY GUAPO, CON ALIENTO A CHORIZO Y CON UNA REGLA DE 50 CENTÍMETROS".
A pesar de la fechoría, lo que te quedó de forma indeleble aquella noche fue una maldad descubierta en ti: ver a ese renacuajo de nueve años sonreír frente al espejo del baño antes de irse a la cama. Un extraño efecto indulgente que aún no has resuelto.