Por las tardes suelo ir a merendar a un rincón con dos bancos. Sí, es la esquina de una calle donde los árboles huelen igual que lo hacían hace treinta años. A la hora que yo voy no se oyen nada más que pájaros y el sonido de alguna que otra moto despistada. Me resulta muy curioso este lugar pues es una zona muy sensorial. Me vienen muchos recuerdos de la infancia, de cuando prefería quedarme a solas que a jugar con los niños observando incrédulo el nuevo mundo que se mostraba ante mí. Demasiados mundos aunque no transite casi nadie. Hoy, una señora mayor pasó delante de mí camino del supermercado. Me ha saludado y se ha interesado por el suso que comía, que si lo vendían allí me preguntó. Esto de ir con el traje de rayas por la calle hace que la gente se congracie contigo, se sienten cercanos a ti, como si te conocieran de toda la vida aún siendo yo casi el último fichaje. Sin saber cómo, al instante me estaba contando su drama familiar: su hijo, con hipoteca, estaba con el agua hasta el cuello. A punto de divorciarse, había echado cientos de curriculums en todos sitios y no lo llamaban de ninguna parte. Llorosa me decía que ellos (su marido y ella) no podían hacer más, que los nietos comían y cenaban en casa y que habían pedido un préstamo con la jubilación del marido. "Ayer de la rabia que tenía mi Miguelito se rompió la mano dando un puñetazo contra la pared.. ¡Esta crisis tiene que acabar, tiene que haber una salida!... Me quedé mudo, como asustado, no sabía qué decirle; no tenía respuestas. Vivo en este mundo y creo ser consciente de la situación pero esta señora me ha dado esta tarde un hostión de realidad. Mientras veía cómo se alejaba me he sentido muy afortunado al pensar que estoy sin deudas y tengo trabajo estable pero a la vez miserable por tenerlo y permanecer impasible ante esta mierdosa situación. Algo tendremos que hacer, digo yo...
martes, 29 de mayo de 2012
jueves, 3 de mayo de 2012
FALSAS APARIENCIAS
La noche, cada vez menos joven y más carca, avanzaba por entre
la mariconada congregada en Pandemónium , el único garito que quedaba con ambiente
a esas horas en Terrormolinos. Mi recién
estrenado amigo previamente enamorado de mí, Aketza, y yo, comenzamos a dar la putivuelta
a la barra circular como cada semana, a la caza de algún guayabo de interior
que hubiese venido a pasar el puente a la costa, sin embargo, en aquella ocasión, no llegamos a completarla. Me encontré
de sopetón con un ex, mi penúltimo ex. La relación que mantengo con él es extraña. No
lo veo mucho, por no decir nada y nuestro vínculo se basa exclusivamente en ser
amigos inertes del Facebook. Nuestra
historia se finiquitó hace cuatro años tras una noche de juerga, borrachos y el
alcohol provocó que el llanto se
prolongara hasta la extenuación. Nunca le he dicho por qué corté porque es
algo que me duele, me atormenta, algo que nunca me perdonaré. No se merecía
tanto daño. Por eso, cada vez que
mantenemos algún contacto es algo así como un Acto de Contricción y
aquella noche no fue menos. Le noté distante o frío, quizá porque estaba su
novio delante ,sin embargo, la conversación discurrió con aparente cordialidad.
Como ya sé que no me lee tengo que confesar que siento cada vez que lo tengo
cerca de mí. Si no me hubiese controlado lo hubiera abrazado hasta crujir, como cuando nos echábamos nuestras “abraziestas”. No quise molestar más de lo necesario y con
la excusa de que había dejado a mi amigo Aketza solo, me largué al otro extremo
del bar, para no incordiar demasiado pero no dejé de buscarlo con la
mirada en lo que quedó de noche. Le escrutaba con envidia, por tener novio, por haber conseguido mantener una relación aparentemente consolidada y porque me dijeron que se iban a casar.
El último hit de Brinny sonaba cuando por la puerta del
bar entró otra pareja conocida, amigos esta vez de
mi último ex. Ésta, muchísimo más consolidada que la anterior, también tenía planes de boda. Con piso propio recién amueblado, llevaban casi
cinco años juntos. Recuerdo incluso que en cenas compartidas habían hablado de la posibilidad de adoptar. Me puse un poco tenso al verlos a los dos allí
y en seguida presenté a mi acompañante con la intención de dejar claro que sólo
éramos amigos, quería evitar un posible chisme. Me ausenté de ellos para ir al servicio.
Había visto cómo mi segundo ex bajaba también. Quería tener un poco de intimidad, más
cercanía, sin novios por delante. La
puerta del baño estaba abierta y le observé de espaldas mientras meaba. En ese momento hubiera
dado lo que sea por tener el valor de encerrarme con él. Quería romper a costa de lo que fuera tanta consolidación. Me tuve que conformar con un guiño cuando
salió y con que me pasara su cerveza
para subirse la bragueta.
-Oye , tú no irás al cuarto oscuro ¿verdad?,- bromeó conmigo.
-¡Qué dices tío, ni loco!,- le contesté cortado. Ladeé mi cabeza por el rubor descubriendo para mi sorpresa cómo la pareja conocida que acababa de
saludar accedía a la habitación negra. Habitación de la que salía mi primer ex.
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