jueves, 25 de septiembre de 2008

Extraño de catálogo

Ayer, "cinecena" con A. Ya hace un año que conozco a este barbudo cachalote de tan sólo veinte años. Vimos una película imposible, Los Extraños, aunque la cita era sólo un pretexto para vernos. A pesar de superarle en doce años, siempre tengo la sensación de aprender constantemente de él. Llevamos más o menos el mismo tiempo ejerciendo, pero me da a mí que sabe mucho más que yo de esto. Sólo me falta cuando quedo con él coger una libretilla y tomar notas...

Alguien una vez me dijo que yo era como un gay de catálogo; de esos que constantemente están estudiando el prototipo ideal de cómo hay que ser para ser un buen gay: qué vestir, qué música oir, qué libros y revistas leer, a qué playas y bares ir: que a los gays les gusta Najwa Nimri o Fangoria, pues me compro la discografía entera; que los gays llevan bañador de slip, pues me compro dos y llamativos eh, nada de sobriedad para ir a la playa...Playas... ni se te ocurra ir a la Malagueta eh.. siempre debes ir a Guadalmar, Cabopino o al Poseidón, que te tienes que dar a conocer.

Coronita en mano, intercambiamos confidencias de conquistas coincidentes del pasado. Sin malicia eh, que nunca hablamos de tamaños ni cosas de esas, (bueno a veces, que sí que importa joder), y es que en el tiempo que llevo en esto me he dado cuenta que lo peor que te puede pasar en Torremolinos, "capital del merdelloneo gay" como diría otro conocido, es tenerla pequeña. En seguida te señalan y te crucifican. Ah ese, uff.. la tiene muy pequeña. Por si hay alguna duda, puedo ir con la cabeza bien alta por ese puto pañuelo gay que es la Nogalera.

Al final de la conversación, tras relatarnos varios encuentros de cada uno, saciados ya de tanta bacanalidad, acabamos hablando de las ganas que tenemos de encontrar a alguien del que enamorarnos. En fin, palabras, palabras, palabras...

domingo, 21 de septiembre de 2008

Ni siquiera el diablo te reconocería, ¡¡vieja niñata!!

Tenía previsto contar algo del concierto al
que fui este martes, pero no se le puede pedir objetividad
a alguien que de niño tuvo su habitación
literalmente empapelada con esta tía. Vale, vale, soy un poco friki con estas cosas. He tenido incluso la desvergüenza de plagiar de un blog la foto y el título, que a su vez es el de una canción de su injustamente menospreciado último disco, (ya veis hasta qué punto llega mi objetividad...)
y es que creo que con esta frase se describe
perfectamente a la vieja. Empiezo a pensar que
estos americanos nos la están dando con queso y que la que vimos ahí subida era un clon de ella. ¡¡¡No es posible hacer esto y estar así con cincuenta points!!! .¡¡¡Si parece una niñata!!!



martes, 16 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

Una felicidad libre de euforia

"Existe
una felicidad libre de euforia,
una felicidad
sostenida de días que suceden
sin sucederse, libres
de vértigo también.
Una felicidad que no atrae
la atención de los dioses porque apenas
es. Los que la transitan,
paso a paso, no notan el camino.
Una felicidad sin entusiasmo,
sin acontecimientos. El amor,
como el Sol en la fronda, se difunde
humildemente. Esos días los sueños significa
dormir más que soñar. En sus dominios
nunca hay que levantarse a medianoche
para limpiar las sábanas de arena,
porque no ha habido playa,
ni combate. Mas sí serenidad,
de otra manera,
como lo que perdura. Y no es inercia
ni llama, no hay herida,
y no ciega la espada al mensajero.
Últimamente pienso mucho en esto.
No sé si la he tenido, no recuerdo.
He encontrado dos líneas en que pido
una felicidad libre de euforia,
y si no la he tenido, me pregunto
por qué sé describir tan justamente
ese país en el que nunca he estado."

Juan Antonio González-Iglesias

domingo, 7 de septiembre de 2008

Fuego

-¿Qué tal estás hoy?

-Mal, bastante mal. Esta tarde he repasado los mensajes del móvil. Nada que ver con los del principio. Ya no me dices eso de "prepárate que cuando llegues este finde te voy a espachurrar a abrazos". Ya rechazas los míos. Y mis besos. Me acuerdo de aquel día que nos conocimos. Me saliste con eso de que te encantaba besar; que tuviste un estupendo "training" besando a cientos de tías y que con los hombres no se te daba nada mal. Sabes, aún no tengo la certeza de que quieras seguir conmigo, porque a ver, ¿tú quieres seguir conmigo?

-Espera un momento, no me cuelgues.

Oigo a un niño gritar desde el patio interior, desde donde se acceden a los apartamentos. Una mujer pidiendo socorro. Una explosión de cristales. Abro la puerta y veo a todos los vecinos asomados. De la puerta del 423 sale una espesa humareda negra. El patio interior se ha convertido en una gran chimenea en la que el humo sube a sus anchas.

-No me cuelgues tío, ¡hay un incendio!.

Cojo las llaves y salgo pitado del apartamento. Cierro la puerta con llave. Me acuerdo de los saqueos esos que veo por la tele. Me pilla en calzonas de chiripa ya que acababa de tirar la basura. Normalmente a esas horas de la noche vagueo por casa en gayumbos, ya casi iba a acostarme. Bajo corriendo las escaleras. Sigo hablando con él.

-¿Por dónde vas?

-¡¡Voy por el quinto, ya me queda poco!!

Mantengo el móvil pegado a mi oreja. Le voy retransmitiendo la escena. Me imagino cómo debe sentir el caos traducido en sonidos de chancletazos, llantos de niños pequeños y gritos de mujeres marroquíes al otro lado de la onda telefónica, a más de ciento treinta y seis kilómetros. Los vecinos de la Colmena de Babel están exaltados. La colmena se ha convertido en un avispero que huye del fuego. "Fire, Fire!!", le chillo a un viejo inglés que aturdido no entiende qué pasa. En la cuarta planta se unen a la escapada dos niños gordonchos de corta edad. Van descalzos y bajan a más velocidad que yo. Los pierdo de vista en varios segundos.

-Ya, ya estoy en la calle.

Llegan los camiones de bomberos. Se eleva la escalera hasta la terraza de la cuarta planta dónde se ha desatado el incendio. Parece ser que no hay heridos. Al menos eso escucho de los vecinos. Vecinos que apenas se saludaban cuando se cruzaban en los ascensores ahora se sienten comunidad. Una comunidad igual de descamisada que yo.
-Oye nene, que sí, que sí quiero seguir contigo,-le digo mientras veo cómo se extingue la llama.