domingo, 22 de noviembre de 2015

MOMMY


   Quienes me conocen saben que bailo como el culo pero aún así nunca he dejado de hacerlo. Desde pequeño, los espejos de mis ascensores han sido testigos de mis fechorías danzantes. No os quiero ni contar los “voguings” o “georgemiachelazos” que me marcaba yo a principios de los 90´s durante seis plantas. Quizá por timidez o por temor a que se me notara el lado femenino que implícito llevamos todos los maricas dentro, adopté en aquel entonces frente a mi público potencial una actitud hetera en las cuestiones del movimiento, con espasmos desacompasados no exentos de una presunta actitud chulesca. "Iberismo danzante" podría denominarse. Aquí en Madrid he bailado mucho. En los bares, en mi casa, en la de los de los demás. De vez en cuando voy a pisos en los que me recibe la gente bailando a deshora, sin motivo, sin necesidad de celebrar algo si acaso la alegría de vivir. Bailar como respuesta a la cosa chunga que a veces nos rodea, como medio catárquico para exorcizar nuestros miedos.


   Anoche cuando vi Mommy, de Xavier Dolan, ocurrió la magia. Puto enfant terrible cómo lo amo. Cuando todo parece que se desmorona, que no hay solución ni escapatoria e irremediablemente se va a la puta mierda, el colega pone a sus personajes a bailar. Qué cabrón...


viernes, 20 de noviembre de 2015

EN BANDEJA


   Me he encontrado esta bandeja en la basura. Mientras la fregaba con lejía pensaba en la cantidad de besayunos que en ella se habrán servido o en cómo una fulana harta de cuernos le plantó a su marido una sopa envenenada de puerros enmarcada en estas florecitas. Me gusta mi nueva bandeja, mi nueva propiedad. Es alegre, “Línea Primavera” pone en el envés. Se aproxima una mudanza, otra, y había decidido empezar de cero, sin arrastrar nada del pasado. Atrás quedarán los bloques del escaparate, o el taconazo olvidado de una inquilina o si me apuras el libro de Ana Rosa Quintana. Lo que no me ha hecho falta en un año posiblemente no me hará falta el próximo pero aquí me veis, acarreando con cosas de la calle antes de partir a un destino incierto. Me gusta mi bandeja porque después del fregoteo se ha quedado como nueva. No la compartiré ni besaré desayunos, almuerzos o cenas con futuros novios o follamigos que también encontraré en la calle. Me conozco demasiado.


martes, 17 de noviembre de 2015

EL HOMBRE IRRACIONAL


   Fantaseó con la realidad e imaginó que aquel hombre que tenía enfrente habría elegido la misma película que él, que sus entradas marcarían asientos correlativos y que compartirían el apoya brazo en aquella sala abierta sólo para los dos. Cuando salieran los títulos finales le preguntaría a ritmo de jazz si le había gustado la última irracionalidad de Woody Allen, echarle cara e invitarle a un café para debatir el asunto. Del café pasarían a la cena, a una copa en su casa para acabar follando como monos hasta quedarse dormidos, despertar junto a él y encontrar en ese instante una felicidad extrema elevada a un porcentaje infinitesimal rompiendo así el maleficio de su tendenciosa dependencia emocional.

   Un minuto, lo que tardó en tunear la foto que le hizo para subirla a Instagram, le duró aquella ensoñación. Todo se fue a la mierda cuando al hombre que tenía enfrente se le acercó una rubia para plantarle un beso en los morros.


jueves, 12 de noviembre de 2015

LOS CUÑADOS

   
   Salieron a correr esa tarde como casi todos los días. Era veroño, sí, noviembre y con treinta grados a las seis de la tarde de aquel miércoles. Verano, veranillo de San Miguel, veranillo de San Martín... Aquel año no hubo otoño, del verano pasaron directamente al averno. Luis y Carlos se conocían desde que eran unos chaveas, desde hacía más de veinte años. Carlos, un año menor, recordaba perfectamente aquel primer día de curso de 3º de BUP. Luis repetía en el mismo instituto y Carlos era nuevo en la ciudad. En el pasillo, antes de que empezara la clase de Filosofía, Carlos se percató del despiste propio del primer día que tenía el chaval y le ofreció un Fortuna. Un simple acto que bastó para eternizar aquella relación. Luis tiraba más por Letras, Carlos por Ciencias, por lo que separaron sus rumbos que no sus caminos. El primer año de facultad, Luis empezó a salir con la hermana de Carlos, dos años mayor que él así que de mejores amigos pasaron a ser cuñados, familia cuando lo rubricaron diez años después: el día de la boda. Carlos por su parte hizo el Erasmus en Bélgica donde conoció a un estudiante de Química polaco y se hicieron inseparables follamigos. El polaco encontró curro en una petroquímica catalana y continuó su lío con Carlos, pero cada vez más espaciado en el tiempo. Ni Luis, ni su hermana ni la madre que los parió se enteraron de nada. "Es un picha brava, el flautista de coñolín..." le llamaban sus colegas de toda la vida. Razón no les faltaba, cuando salían de juerga era el puto amo y se llevaba a todas de calle, que no de cama, y es que nunca consumaba. Claro que de eso no se quincaba nadie... Tras casi una hora corriendo pararon un rato en el espigón y de paso vieron el atardecer. Molaban los de ese mes raro. Luis se quitó la camiseta, Carlos dubitativo al principio, también. Carlos aprovechó aquel descanso para soltar de un tacada lo que en su cabeza rondaba los últimos siete kilómetros que habían trotado por el paseo marítimo. "De hoy no pasa que se lo diga." pensó. Miró a los ojos de su cuñado y desembuchó:

- Luis, todavía no me has pagado la Primitiva de esta semana.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

OSTRAS PEDRÍN


     Madrid, Nuevos Ministerios. Salgo del metro, sí, ese lugar en el que me enamoro cientos de veces y me mezclo entre la muchedumbre ejecutiva rumbo a Decathlon Golf para devolver un polo blanco comprado para mi fiasco de disfraz de Halloween. Voy moderno, sí, creo ir moderno con una gabardina gris, embutido en unos skinnies y con unas zapatillas rojo chillón de New Balance. Al menos eso me parece al verme en los espejos de El Corte Inglés de Castellana que cruzo para darme un garbeíllo entre la opulencia china allí naciente. Asqueado abro la puerta de salida y respiro profundamente, como si acabara de salir de un váter lleno de mierda a lo Trainspotting. Me vuelvo a diluir entre chaquetas negras con cabezas que hablan como locas por el móvil pero para desilusión mía no oigo a ningún bróker que grite ¡Compra, compra!' ni nada parecido. Sólo acierto a entender a uno que tras dar una calada a un puro y apestarme con el humo emite una expresión arcaíca, jurásica y antediluviana que hace que me quede literalmente con toda la cara partía. ¡Ostras Pedrín!, va y dice el tío por su iPhone. Qué chasco prima...



lunes, 2 de noviembre de 2015

LO MEJOR

   
   Lo mejor de Madrid está bajo tierra. Un mundo enterrado vivo que siempre tiene prisas, que bulle y que infarta las entrañas de la ciudad. Aquí he tenido cientos de flechazos que no han tenido más de dos paradas de duración, tres a lo sumo, lo que podría considerarse ya una relación. A veces, aunque haya asientos libres, me gusta ponerme al final del vagón para poder mirar descaradamente a la gente que se besa, que ríe, que llora, que lee, que hace que lee, que mira el móvil, que hace que mira el móvil… Los locos. Sigo alucinando con la cantidad de locos que hay en el metro. En realidad flipo con la cantidad de locos que tiene esta ciudad. ¡Y de ciegos! En casi un año he visto más ciegos y locos que en toda mi vida. Seguramente acabe como uno de ellos. En mi familia hay larga tradición de locos y yo ya me he pillado varias veces hablando solo. ¿Acaso escribir no es un forma de hablar solo?