jueves, 16 de mayo de 2013

LA CAMISETA



  Madrid, 12 de mayo, Puerta del Sol. Quince personas desconocidas hemos quedado para ver "Planeta Gómez Keminsky", una genial obra de teatro en un lugar secreto. Salgo de la estación de metro y me topo con una macromanifestación del 12M. Miles de personas reivindicativas y avalanchadas se concentran en la plaza. Son las ocho de la tarde pero un pleno Sol me deslumbra. Me dirijo casi a ciegas hacia el Oso y el Madroño. Allí es la cita de los invitados secretos y donde me espera mi novio. Zigzagueo como puedo entre la muchedumbre hasta llegar a la estatua. Busco sin éxito a mi chico cuando de repente se me acerca un viejo vestido de negro con cámara y trípode-bastón. El hombre me recuerda al viejo de Polstergeist. Me inspira cierta desconfianza y un poco de miedito. Con estilo perruno comienza a merodearme...

—¡Qué bonita camiseta llevas! ¿Es un Picasso? —me pregunta.

—No, es un Bershka —respondo tajante con la amabilidad y simpatía que me caracteriza.

  Me pide como aturullado que le deje hacerme una foto. Acepto con la mala follá que también me caracteriza y dándome las gracias me da un papelito con una dirección web... 


   Plutón, 16 de mayo. Se han acabado las vacaciones y estoy en casa de colada. Vaciando los bolsillos de unos vaqueros encuentro el papelillo y me da por buscarme en esa página. Visto el resultado he llegado a una conclusión: con semejante caruflo, definitivamente mi carrera como modelo está acabada.


lunes, 6 de mayo de 2013

EL FLAUTISTA DE COÑOLÍN



   Intenté esquivarlo pero se percató de que andaba por allí. Hizo una parada para respirar y se acercó para saludarme. Usó toda la parafernalia usual en él: me abrazó soltando un exultante  "¡qué dices!", se encrespó el flequillo con los dedos y desplegó una sonrisa  avasalladora, de una perfección casi ofensiva. Con eso bastó para engatusarme y que  yo empezara a hablar de forma atolondrada, encasquillándome como una escopeta de plomos. Los demás hombres sin rostro iban pasando por detrás como zombies. Utilizaba una frecuencia onírica de macho alfa que lograba eclipsarlos. A su alrededor, empezaron a acumularse decenas de mujeres en celo que tentaban su paquete mientras me saludaba. Sí, era él, en un sueño más: El Flautista de Coñolín apareció en uno de los casi diez que tuve aquella noche.


'Rostro del Gran Masturbador' - Dalí (1929)