sábado, 30 de marzo de 2013

MÁS AMOR

   
   Huía hasta de mi sombra. Se repetían esos días en los que el hartazgo me consumía y la realidad me superaba. Cogí un mapa y con el dedo índice señalé un lugar donde hiciera calor en un ya insoportable frío y lluvioso Plutón. Buscaba un sitio donde existiera la nada más absoluta. Cuando llegué, me adentré  con miedo en aquella nulidad y me senté sobre un peñasco. Toleré que un pleno Sol me achicharrara la sesera para que me inhabilitase la posibilidad de pensar. Cerré los ojos para ver qué pasaba. En los desiertos no se oye nada.  Los desiertos suenan a eso: a  desiertos. Miento. Se oía el zumbido del viento que movía la retama. Mientras tanto, en mi bolsillo, una maldita raya de cobertura se resistió a desaparecer y el sonido de un whatsapp quebrantó esa paz. Desde un móvil, a quinientos kilómetros de distancia, alguien me recriminaba que no le diese lo que otros con razón me habían exigido anteriormente, lo que quizá no sepa dar por culpa de esta hermética coraza oxidada que me oprime, que me mata de dolor y que cada día me pesa más.


domingo, 17 de marzo de 2013

EN MENTE


   Merodeo por el Centro de Arte Contemporáneo y pienso que debería ponerme el auricular izquierdo en el derecho y el derecho en el izquierdo para oír la música más fuerte. Ir por la vida con auriculares es muy cómodo  porque aunque me aísle parece que no vas solo y me creo que soy invisible. Si he venido solo esta mañana de museos es porque no puedo contar con nadie para verlos.  Salgo del primero impresionado de tanta belleza postmoderna  y  tanteo la idea de hacerme el corte de pelo de lengüetazo de vaca... Camino y bordeo un monte en el centro de la ciudad donde  nos hacíamos pajas  colectivas a lo Krámpack cuando éramos adolescentes. Iba a subir para rememorar escenas pero de mayor me da miedo por si me roban mi nuevo smartphone. Con el móvil le hago fotos a todo: a las ramas, a las piedras, a los troncos, a los cuadros de los museos, a las lámparas de los museos y me creo que soy moderno y artista. Lo cuelgo en Instagram y la gente pulsa el corazoncito, así me siento un poco querido... Las cervicales me siguen doliendo y me  producen vértigos que se parecen a los cuadros del segundo museo que visité esta mañana. Allí me dieron un folleto explicativo del arte indígena australiano  y llego a la conclusión de que cada vez tardo más en leer, que tengo déficit de atención para comprender lo que leo; que mi novio sale en el Fotogramas el mes que viene y yo aún sin terminar el de marzo. Entre Limones, el libro con el que estoy desde hace más de tres meses, me está gustando por la vitalidad que transmite pero que tampoco me cuenta nada... Espero que el semáforo se ponga en verde mientras me pongo chorreando por la lluvia; esta puta lluvia que no cesa y que no deja que se acabe el invierno.  Por esta época ya estaba el año pasado  en la playa haciendo que leía libros  y tumbado al Sol cerrando los ojos para ver el cielo de naranja... Mientras cruzo la avenida, me acuerdo de los amigos que me dejaron premeditadamente de lado y de los que yo dejé cruelmente de niño mediante cónclaves en los que manipulaba quién debiera salir expulsado de la pandilla. Echo mucho de menos a un amigo con el que veía pelis raras y a otro, porque me ponía mogollón. Era duro estar enamorado de tu enésimo mejor amigo y ver cómo le rondaban cientos de zorras cada vez que salíamos de fiesta como si tratase de El Flautista de Coñolín... Debería hacer ejercicios de socialización,  yo que sé, un psicólogo o algo, que con la edad me estoy convirtiendo en un ogro que tiene gran éxito entre sus cientos de amigos del Facebook pero que prefiere viajar solo a acompañado y hacer lo que le venga en gana para poder meterse en museos modernos o charlas de galeristas transexuales a las que a mi gente les importa un mojón y que si los avisase para ir, confirmarían su teoría conspiranóica de lo bicho raro que soy... La timidez, esta maldita timidez que me está matando, que saca lo peor de mí y que con excusas autoprotectoras y miopías operadas hace diez años, no saludo a nadie porque me bloqueo y me siento lerdo en un estúpido traje de neopreno... Voy a sacar el paraguas estampado porque me niego a tener uno negro aunque sea un tío, y es que sinceramente prefiero los estampados de los de señora, mucho más divertidos, que bastante triste es ya la lluvia de por sí... Maldito viejo coche que está en la quinta puñeta; que ayer calculé si me convenía más venir en el Cercanías o en coche y me salía a cuenta hacerlo en lo segundo.  Ya estoy montado, debería lavarlo  o al menos limpiarlo por dentro, pero es que con esta lluvia… Me voy a mi cueva, a ponerme los cojones en la frente comiendo huevos rellenos y a echarme una siesta de dos horas. Después, cuando me levante, con el café que afortunadamente me tomaré ya que al día siguiente no madrugo,  en pleno estado catatónico, catárquico y reparanóico,  escribiré lo que me salga de seguido y con muchos suspensivos, que me apetece hoy porque sí. 


martes, 12 de marzo de 2013

LOS AMANTES PASAJEROS




   No soy crítico, ni lo pretendo. Ni soy Boyero, más bien maricón. Eso sí, soy un “cinéfalo” empedernido, viciado y algo fanático. Vamos que cuando me da por algo me da, y a mí el de La Mancha me da (y me va) mucho. Las pelis te gustan o no te gustan. Sin más. Como el arte. A la mayoría de la gente si le preguntas por la obra de Picasso te dirá que  aborrece su pintura sobremanera, y míralo, considerado el mejor pintor del siglo XX. A mí Losamantespasajeros no es que me haya gustado, es que me ha flipado. Retrato caricaturesco de una España que vive narcotizada en clase turista que no se entera de nada de lo que ocurre en una clase bussiness libérrima, que hace lo que le viene en gana. Un retorno al principio, al origen del Almodóvar más transgresor, gamberro y petardo. Obra libre y hedonista, sin encorsetamientos ni dictados cinematográficos, contiene  diálogos y frases desternillantes que a buen seguro añadiremos a nuestra jerga, donde a los penes se le llaman pollas y la gente las mama. En este viaje que nos propone, lo maricones tienen pluma, mucha pluma, como en la vida real. Perdón, he dicho maricones en vez de homosexuales, no vaya a ser que se me ofenda el colectivo fino que dice tener cero plumas [risas enlatadas], ése que tanto masacra y aborrece esta película.

    En fin acabo ya, que se me nota la vena, el  fanatismo y la subjetividad almodovariana. Fíjate que este finde, I was so excited, que cuando empezaron los títulos de crédito, en vez de apagar el móvil, por inercia lo puse en “modo avión”… 

   Yo es que soy muy fans, así, en plural...