martes, 17 de noviembre de 2015

EL HOMBRE IRRACIONAL


   Fantaseó con la realidad e imaginó que aquel hombre que tenía enfrente habría elegido la misma película que él, que sus entradas marcarían asientos correlativos y que compartirían el apoya brazo en aquella sala abierta sólo para los dos. Cuando salieran los títulos finales le preguntaría a ritmo de jazz si le había gustado la última irracionalidad de Woody Allen, echarle cara e invitarle a un café para debatir el asunto. Del café pasarían a la cena, a una copa en su casa para acabar follando como monos hasta quedarse dormidos, despertar junto a él y encontrar en ese instante una felicidad extrema elevada a un porcentaje infinitesimal rompiendo así el maleficio de su tendenciosa dependencia emocional.

   Un minuto, lo que tardó en tunear la foto que le hizo para subirla a Instagram, le duró aquella ensoñación. Todo se fue a la mierda cuando al hombre que tenía enfrente se le acercó una rubia para plantarle un beso en los morros.


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