domingo, 7 de septiembre de 2008

Fuego

-¿Qué tal estás hoy?

-Mal, bastante mal. Esta tarde he repasado los mensajes del móvil. Nada que ver con los del principio. Ya no me dices eso de "prepárate que cuando llegues este finde te voy a espachurrar a abrazos". Ya rechazas los míos. Y mis besos. Me acuerdo de aquel día que nos conocimos. Me saliste con eso de que te encantaba besar; que tuviste un estupendo "training" besando a cientos de tías y que con los hombres no se te daba nada mal. Sabes, aún no tengo la certeza de que quieras seguir conmigo, porque a ver, ¿tú quieres seguir conmigo?

-Espera un momento, no me cuelgues.

Oigo a un niño gritar desde el patio interior, desde donde se acceden a los apartamentos. Una mujer pidiendo socorro. Una explosión de cristales. Abro la puerta y veo a todos los vecinos asomados. De la puerta del 423 sale una espesa humareda negra. El patio interior se ha convertido en una gran chimenea en la que el humo sube a sus anchas.

-No me cuelgues tío, ¡hay un incendio!.

Cojo las llaves y salgo pitado del apartamento. Cierro la puerta con llave. Me acuerdo de los saqueos esos que veo por la tele. Me pilla en calzonas de chiripa ya que acababa de tirar la basura. Normalmente a esas horas de la noche vagueo por casa en gayumbos, ya casi iba a acostarme. Bajo corriendo las escaleras. Sigo hablando con él.

-¿Por dónde vas?

-¡¡Voy por el quinto, ya me queda poco!!

Mantengo el móvil pegado a mi oreja. Le voy retransmitiendo la escena. Me imagino cómo debe sentir el caos traducido en sonidos de chancletazos, llantos de niños pequeños y gritos de mujeres marroquíes al otro lado de la onda telefónica, a más de ciento treinta y seis kilómetros. Los vecinos de la Colmena de Babel están exaltados. La colmena se ha convertido en un avispero que huye del fuego. "Fire, Fire!!", le chillo a un viejo inglés que aturdido no entiende qué pasa. En la cuarta planta se unen a la escapada dos niños gordonchos de corta edad. Van descalzos y bajan a más velocidad que yo. Los pierdo de vista en varios segundos.

-Ya, ya estoy en la calle.

Llegan los camiones de bomberos. Se eleva la escalera hasta la terraza de la cuarta planta dónde se ha desatado el incendio. Parece ser que no hay heridos. Al menos eso escucho de los vecinos. Vecinos que apenas se saludaban cuando se cruzaban en los ascensores ahora se sienten comunidad. Una comunidad igual de descamisada que yo.
-Oye nene, que sí, que sí quiero seguir contigo,-le digo mientras veo cómo se extingue la llama.

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