jueves, 25 de diciembre de 2008

El beso de arándanos

En estos días tan "extrañables" de besos y abrazos os quiero mostrar el que, a mi parecer, es el mejor beso que he visto en el cine en mucho tiempo. No sé por qué será, pero tengo una ligera sospecha de que Jude tiene toda la pinta de besar bien, pero que muy bien...



"Hoy abriré de nuevo mi bar, y volveré a ser testigo, una vez más. Casi siempre soy invisible, y silencioso me guardo vuestros secretos. Aquí están todos, cada riña, cada abrazo, cada beso, cada golpe, cada lágrima. Soy testigo con permiso. Historias anónimas que nadie dice y yo sólo veo, y que en cierto modo forman la mía propia. Bebamos esta noche por cada uno de esos instantes fugaces, y por los besos dados en la barra de un bar. Los más bonitos que he dado nunca."


My Blueberry Nights
Wong Kar Wai
(2007)



martes, 16 de diciembre de 2008

La vieja

Siempre que oigo el timbre de mi casa me sobresalto. A mi casa no viene ni el Tato. Siempre están los amigos: "Ay….que tengo que ir a tu casa, a ver cuando quedamos, de la semana que viene no pasa…bla bla bla...Ya lo decían en "Blade Runner" y lo cantaban Los Piratas: "Promesas que se quedarán en estas cuatro paredes, como lágrimas en la lluvia se irán…" El timbre de mi casa sólo lo pican mis padres, mis novios y mis amantes furtivos de media hora.

Eran las once de la mañana y me levanté reinventado en Mr. Propper con ganas de limpiar la cocina. Tenía a la Madonna puesta a toda pastilla, intentando reconciliarme con su "Hard Candy" duro de roer... "Give it to meee…yeah…"cuando sonó el píííííííiiiiiiii atronador del timbre de mi casa. El sonido del timbre de mi casa no es ding don ding, es un pííííííííí largo y desagradable que se te mete en el sentío. Saco la mano del guante y meto el ojo en la mirilla. La mota del centro casi no me deja ver a una vieja octogenaria de pelo largo, lacio y muy blanco.. "Uff.. Qué raro, seguro que viene a llamarme la atención, supuse". Abro la puerta y le lanzo un "hola" amistoso, como si me alegrase de verla.

-My husband!!, my husband!!….
-Oh! What happens?.- A veces me sorprendo de mí mismo por la habilidad pasmosa que tengo para manejarme en mi bloque de Babel con el Spanglish…y es que ese “Oh, what happens” me salió de un británico….
-“My husband has fallen down! My husband has fallen on the floor!“…La vieja me cogío de la mano y me llevó hasta su apartamento.

Su marido estaba tirado en el suelo del dormitorio. Su cuerpo escuálido vestía tan sólo unos calzoncillos blancos muy holgados, como que los que solía llevar mi abuelo. Me acordé entonces, con cierta melancolía, de él cuando vivía con nosotros en el pueblo. Todas las mañanas, recién levantado, se dirigía hacia el cuarto de baño en calzoncillos, con su escupidera en la mano para vaciarla en el váter. Al pobre, debido a la holgura de sus calzoncillos blancos, le asomaba siempre un huevo por alguna de los dos ingles.

Al ver al viejo inmóvil, pensé en un principio que estaba muerto. Lo agarré desde atrás por el tronco y noté cómo mis dedos se hundían en sus costillas. Balbuceaba algo en inglés que no logré comprender. Supuse que le hacía daño pero su cara reflejaba más miedo que dolor. Lo incorporé en un sillón que había en el salón. El anciano miraba hacia la nada. Un perro golpeaba repetidamente con sus patas el cierre de cristal desde la terraza, llena de cagarrutas.

- I´ll call de doctor.
-No, it´s not necessary. We have the emergency button. It´s OK, It´s OK, Thank you. Thank you..- Me dice la vieja mientras me iba empujando "amablemente" hacia la salida. La vieja me lanza un beso llevándose dos dedos a los labios mientras me cierra la puerta casi en mis narices.

A pesar de la crudeza de la escena, mi sentido cotilleador ya venía activado desde que cerré la puerta de mi casa: El apartamento estaba sucio. Había varios retratos polvorientos de jóvenes melenudos rubios en una repisa, de hijos supongo; un disco de vinilo de los Judas Priest apilado junto a otros en un mueble así como periódicos ingleses atrasados sobre la mesa. La minúscula cocina acumulaba restos de comida y bolsas de basura de varios días. El apartamento olía a viejos, olía a pipí. Diógenes campaba por allí a sus anchas.

Ya en casa, con mi nueva calva y mis recién estrenados músculos, frotando los azulejos, recordé entonces que era la misma vieja del ascensor del verano pasado. Desde entonces no habíamos coincidido. Me llamó la atención la mínima conversación que tuvimos bajando siete pisos. Me miró esa vez con unos ojos brillantes pintados de azul y me comentó en un tono seductor:

-Oh… you smell very nice…" -me quedé con la sonrisa partida intentando traducir lo que me decía, deduje por su mirada que no se refería al tiempo.
-What´s your perfum? -me halagó su pregunta y le contesté en un acento francés, como al que le preguntan en una alfombra roja de qué vas vestido…
-It´s Jean Paul Gautier.
-Oh, so nice, very nice…-El sonido susurrante del último “nice”, alargado exageradamente por la vieja, hizo que me pusiera los pelos como escarpias...

Pasaron dos semanas y Mr. Propper había pasado a mejor vida…“Píííííííííííííííííí´”. Meto el ojo en la mirilla. Sigue allí la mota pero reconozco al instante a dos seres pequeños y regordetes con abrigos marrones. Una rubia con labios pintados de rojo y el otro canoso con gafas ahumadas.
-Hola, ¿qué hacéis aquí? No me habéis llamado antes. Pasad, pasad.
-Ay, hijo…¿Es que tienes visita?.-Esa frase ha pasado a convertirse en un código entre mis padres y yo. Preguntar que si tengo visita es lo mismo que preguntar si hay un tío en mi cama.
-No qué va… ¿qué visita voy a tener? Anda ya, pasa, pasa...

Mi madre viene con una bolsa cargada de tuppers y se me cuela en la cocina abriéndome la nevera, golismeando así lo que tengo dentro. Mi padre, periódico en mano, se sienta en el sofá y pone el televisor.

-Mira te he hecho pisto con bacalao, cómete eso hoy. Y esto es paella, esto te dura por lo menos tres días en la nevera; y sopa de verdura; y el pescao este que lo congelas, y jamón, ¡¡Niñooooo!!, el queso que no lo hemos echao…¡¡ayy…qué cabeza!!...

El hecho de vivir en un apartamento de ellos, a cambio de pagarles una cantidad irrisoria en concepto de alquiler, sin papieuribors de por medio, hace que desde hace un par de años haya adoptado un papel de hijo idílico bastante convincente: Que me trae un mantel horroroso lleno de floripondios fluorescentes con servilletas a juego, pues yo lo acojo en casa como si fuese la cosa más cool del momento. En verano, en mis vacaciones, les cedía el pisito gratuitamente durante quince días. A mi madre se le llenaba la boca cuando le decía a sus vecinas que se iba su apartamento de la playa. Lo decía con el único fin de darles envidia y es que ellas se cocerían de calor en el pueblo.

Nos sentamos con mi padre en el sofá. Las visitas de mis padres son siempre express. Nunca duran más de veinte minutos:

-Ay niño, cuéntame, ¿estás con alguien ahora? Como no te pasas por la casa…-Me pregunta mi madre poniéndome la mano en la rodilla, mi padre se hace el interesado por el debate político del Cuatro, pero le pillo mirándola de reojo. Eludo la pregunta con otra.:
-Ay, se me olvidaba, ¿tú conoces al matrimonio inglés ese?, el de tres puertas más para allá.- Tiene gracia, pero es ponerme a hablar con mi mami y se me pegan sus expresiones.
-Oy, sí, si esa es mi amiga inglesa. Yo este verano estuve en su casa muchas veces, sí, sí, que tiene un marido que está ciego…Uno de sus niños tenía un grupo muy importante de música rara jevi de esa..Ay la pobre, antes tenía la casa limpísima, muy curiosa, pero este verano la tenía comía de mierda...- Mi madre no para de charlar y darme lecciones de vecindad: que si debería llamar yo a Asuntos Sociales para que les limpiase la casa un poquito; que yo que sabía inglés por qué no la visitaba de vez en cuando; que porqué no le tiraba la basura cuando yo lo hiciera…. Bla, bla, bla…
-Venga, niña, vámonos.- Se levanta mi padre cogiendo su chaquetón del perchero.
-Ay, este hombre, siempre con las bullas, mira nene, me tiene en un sin vivir eh… -me mira mi madre con los ojos vueltos para arriba mordiéndose el labio.
- Que te comas to lo que te he traído eh. Ah, y dame los tuppers de la semana pasada.

Les acompaño hasta el ascensor. En ese momento la vieja de tres puertas más para allá abre la suya. Mi madre que siempre está con el “oy” por delante emite un “oy, mírala” y se va directa hacia ella.

-¿Qué pasa, cómo estamos?- le chilla mi madre a la vieja. Cree que así la entiende mejor.
-How are you!.- le contesta la vieja en un tono aunténticamente británico.
Mi madre me mira. Me necesita. Me uno al par de vecinas para hacer de intérprete.
-¿Y su marido cómo está?.- Le dice mi mami cogiendo las venosas manos de la vieja. Ésta no se entera de nada, no puedo entender cómo dice mi madre que es amiga suya.
-How is your husband?.- le traduzco.
-Oh, my husband is gone. Two months ago.- Hace un gesto de que se ha ido hacia arriba, de que ha fallecido. ¿Dos meses? Sólo hacía dos semanas que había recogido yo al marido del suelo, qué raro...La vieja parecía que iba a bajar a hacer algún mandao pues estaba muy maquillada y con su largo pelo canoso recogido en un moño, como la vez que se subió conmigo en el ascensor.
-Oy, mamá, que se ha muerto el marido.-le digo a mi mami con voz temblorosa.
-Oiiíí, lo siento muchísimo, hija. Oy qué pena…- mientras mi madre cierra los ojos con gesto lloroso, la vieja me mira con cara desafiante.

-Oy, de verdad que lo siento muchísimo, ea ¡pues
aquí está mi niño pa lo que usted quiera eh!.- se despide chillándole mientras le suelta las manos. La vieja se despide de nosotros agitando la mano, metiéndose en la casa de nuevo no sin antes dedicarme un guiño desconcertante.

-Bueno niño, que nos vamos, dame otro beso anda...
Cerrándose las puertas del ascensor, oigo cómo mi madre le dice a mi padre:

-Oy niño, que rara está, ¿la has visto? Mírala, tanta pena no tendrá cuando está tan maquillá.

lunes, 8 de diciembre de 2008

La dama de Shalott

Gracias a una entrada que me dedicó hace algún tiempo un blogosfiera, descubrí una canción maravillosa: "The Lady of Shalott", de Loreena McKennitt. Seguramente, la paz que destila esta canción contribuyó a poner un poco de orden a un por entonces caótico Arguifonte. Desde aquel día, la habré escuchado decenas de veces, pero nunca me entretuve en averiguar de qué hablaba. Ahora, desde el claustro de mi obligado retiro, absoluto y espiritual,(qué bien que suena así estar de baja), tuve tiempo de indagar un poco. Así que, entre "wiskipedias" y demás "ciberpedias", encontré la historia de esta dama.

Se trata de un poema de Alfred Tennyson, poeta inglés del siglo XIX, cuya obra está inspirada en temas mitológicos y medievales. El título del poema es homónimo a la canción y cuenta la historia de Elena, la dama de Shalott, que fue encerrada en una torre donde tejía día y noche. Un susurro le anunció que le aguardaba una horrible maldición si miraba en dirección a Camelot. Aunque desconocía en qué consistía la maldición, seguía tejiendo sin parar. Nadie la conocía, ya que vivía encerrada; algunos campesinos creían oírla cantar por las mañanas, al amanecer, y se referían a ella como a un hada. Su contacto con el mundo exterior era a través de un espejo que, reflejando la ventana, le mostraba Camelot. En las telas que tejía se reflejaba lo que ella veía a través de ese espejo, como las aventuras de los Caballeros de la Mesa Redonda. Un día, a través del espejo, Elena vio a Lancelot y se enamoró de él. Dejó de coser y, sin poder evitarlo, miró hacia Camelot.
En ese momento, el espejo se quebró, las telas salieron volando por la ventana y la maldición cayó sobre ella. Bajó de la torre y cogió una barca....

Varios pintores de la época reflejaron en sus obras pasajes de este texto. Una de las más conocidas es la trilogía que pintó John William Waterhouse, pintor prerafaelista, casi coetáneo de Tennyson. Las tres primeras imágenes que intercalan el poema original son de éste.

El final que depararía a Elena lo descubriréis si lo leéis. Después del original, os he puesto su traducción. Espero que os guste tanto la canción como el poema. A mí me han entusiasmado.





THE LADY OF SHALOTT

I

On either side the river lie
Long fields of barley and of rye,
That clothe the wold and meet the sky;
And through the field the road run by
To many-tower'd Camelot;
And up and down the people go,
Gazing where the lilies blow
Round an island there below,
The island of Shalott.

Willows whiten, aspens quiver,
Little breezes dusk and shiver
Through the wave that runs for ever
By the island in the river
Flowing down to Camelot.
Four grey walls, and four grey towers,
Overlook a space of flowers,
And the silent isle imbowers
The Lady of Shalott.

By the margin, willow veil'd,
Slide the heavy barges trail'd
By slow horses; and unhail'd
The shallop flitteth silken-sail'd
Skimming down to Camelot:
But who hath seen her wave her hand?
Or at the casement seen her stand?
Or is she known in all the land,
The Lady of Shalott?

Only reapers, reaping early,
In among the bearded barley
Hear a song that echoes cheerly
From the river winding clearly;
Down to tower'd Camelot;
And by the moon the reaper weary,
Piling sheaves in uplands airy,
Listening, whispers, ''Tis the fairy
The Lady of Shalott."


II

There she weaves by night and day
A magic web with colours gay.
She has heard a whisper say,
A curse is on her if she stay
To look down to Camelot.
She knows not what the curse may be,
And so she weaveth steadily,
And little other care hath she,
The Lady of Shalott.

And moving through a mirror clear
That hangs before her all the year,
Shadows of the world appear.
There she sees the highway near
Winding down to Camelot;
There the river eddy whirls,
And there the surly village churls,
And the red cloaks of market girls
Pass onward from Shalott.

Sometimes a troop of damsels glad,
An abbot on an ambling pad,
Sometimes a curly shepherd lad,
Or long-hair'd page in crimson clad
Goes by to tower'd Camelot;
And sometimes through the mirror blue
The knights come riding two and two.
She hath no loyal Knight and true,
The Lady of Shalott.

But in her web she still delights
To weave the mirror's magic sights,
For often through the silent nights
A funeral, with plumes and lights
And music, went to Camelot;
Or when the Moon was overhead,
Came two young lovers lately wed.
'I am half sick of shadows,' said
The Lady of Shalott.


III

A bow-shot from her bower-eaves,
He rode between the barley sheaves,
The sun came dazzling thro' the leaves,
And flamed upon the brazen greaves
Of bold Sir Lancelot.
A red-cross knight for ever kneel'd
To a lady in his shield,
That sparkled on the yellow field,
Beside remote Shalott.

The gemmy bridle glitter'd free,
Like to some branch of stars we see
Hung in the golden Galaxy.
The bridle bells rang merrily
As he rode down to Camelot:
And from his blazon'd baldric slung
A mighty silver bugle hung,
And as he rode his armor rung
Beside remote Shalott.

All in the blue unclouded weather
Thick-jewell'd shone the saddle-leather,
The helmet and the helmet-feather
Burn'd like one burning flame together,
As he rode down to Camelot.
As often thro' the purple night,
Below the starry clusters bright,
Some bearded meteor, burning bright,
Moves over still Shalott.

His broad clear brow in sunlight glow'd;
On burnish'd hooves his war-horse trode;
From underneath his helmet flow'd
His coal-black curls as on he rode,
As he rode down to Camelot.
From the bank and from the river
He flashed into the crystal mirror,
'Tirra lirra,' by the river
Sang Sir Lancelot.

She left the web, she left the loom,
She made three paces through the room,
She saw the water-lily bloom,
She saw the helmet and the plume,
She look'd down to Camelot.
Out flew the web and floated wide;
The mirror crack'd from side to side;
'The curse is come upon me,' cried
The Lady of Shalott.


IV

In the stormy east-wind straining,
The pale yellow woods were waning,
The broad stream in his banks complaining.
Heavily the low sky raining
Over tower'd Camelot;
Down she came and found a boat
Beneath a willow left afloat,
And around about the prow she wrote
The Lady of Shalott.

And down the river's dim expanse
Like some bold seer in a trance,
Seeing all his own mischance—
With a glassy countenance
Did she look to Camelot.
And at the closing of the day
She loosed the chain, and down she lay;
The broad stream bore her far away,
The Lady of Shalott.

Lying, robed in snowy white
That loosely flew to left and right—
The leaves upon her falling light—
Thro' the noises of the night,
She floated down to Camelot:
And as the boat-head wound along
The willowy hills and fields among,
They heard her singing her last song,
The Lady of Shalott.

Heard a carol, mournful, holy,
Chanted loudly, chanted lowly,
Till her blood was frozen slowly,
And her eyes were darkened wholly,
Turn'd to tower'd Camelot.
For ere she reach'd upon the tide
The first house by the water-side,
Singing in her song she died,
The Lady of Shalott.

Under tower and balcony,
By garden-wall and gallery,
A gleaming shape she floated by,
Dead-pale between the houses high,
Silent into Camelot.
Out upon the wharfs they came,
Knight and Burgher, Lord and Dame,
And around the prow they read her name,
The Lady of Shalott.

Who is this? And what is here?
And in the lighted palace near
Died the sound of royal cheer;
And they crossed themselves for fear,
All the Knights at Camelot;
But Lancelot mused a little space
He said, 'She has a lovely face;
God in his mercy lend her grace,
The Lady of Shalott.'


LA DAMA DE SHALOTT




I
A ambos lados del río se despliegan
sembrados de cebada y de centeno
que visten la meseta y el cielo tocan;
y corre junto al campo la calzada
que va hasta Camelot la de las torres;
y va la gente en idas y venidas,
donde los lirios crecen contemplando,
en torno de la isla de allí abajo,
la isla de Shalott.

El sauce palidece, tiembla el álamo,
cae en sombras la brisa, y se estremece
en esa ola que corre sin cesar
a orillas de la isla por el río
que fluye descendiendo a Camelot.
Cuatro muros y cuatro torres grises
dominan un lugar lleno de flores,
y en la isla silenciosa vive oculta
la Dama de Shalott.

Junto al margen velado por los sauces
deslízanse tiradas las gabarras
por morosos caballos. Sin saludos,
pasa como volando la falúa,
con su vela de seda a Camelot:
mas, ¿ quién la ha visto hacer un ademán
o la ha visto asomada a la ventana?
¿O es que es conocida en todo el reino,
la Dama de Shalott?

Sólo al amanecer, los segadores
que siegan las espigas de cebada
escuchan la canción que trae el eco
del río que serpea, transparente,
y que va a Camelot la de las torres.
Y con la luna, el segador cansado,
que apila las gavillas en la tierra,
susurra al escucharla: «Ésa es el hada,
la Dama de Shalott».




II

Allí está ella, que teje noche y día
una mágica tela de colores.
Ha escuchado un susurro que le anuncia
que alguna horrible maldición le aguarda
si mira en dirección a Camelot.
No sabe qué será el encantamiento,
y así sigue tejiendo sin parar,
y ya sólo de eso se preocupa
la Dama de Shalott.

Y moviéndose en un límpido espejo
que está delante de ella todo el año,
se aparecen del mundo las tinieblas.
Allí ve la cercana carretera
que abajo serpea hasta Camelot:
allí gira del río el remolino,
y allí los más cerriles aldeanos
y las capas encarnadas de las mozas
pasan junto a Shalott.

A veces, un tropel de damiselas,
un abad tendido en almohadones,
un zagal con el pelo ensortijado,
o un paje con vestido carmesí
van hacia Camelot la de las torres.
Y alguna vez, en el azul espejo,
cabalgan dos a dos los caballeros:
no tiene caballero que la sirva
la Dama de Shalott.

Pero aún ella goza cuando teje
las mágicas visiones del espejo:
a menudo en las noches silenciosas
un funeral con velas y penachos
con su música iba a Camelot;
o cuando estaba la luna en el cielo
venían dos amantes ya casados.
«Harta estoy de tinieblas», se decía
la Dama de Shalott.





III

A un tiro de flecha de su alero
cabalgaba él en medio de las mieses:
venía el sol brillando entre las hojas,
llameando en las broncíneas grebas
del audaz y valiente Lancelot.
Un cruzado por siempre de rodillas
ante una dama fulgía en su escudo
por los remotos campos amarillos
cercanos a Shalott.

Lucía libre la enjoyada brida
como un ramal de estrellas que se ve
prendido de la áurea galaxia.
Sonaban los alegres cascabeles
mientras él cabalgaba a Camelot:
y de su heráldica trena colgaba
un potente clarín todo de plata;
tintineaba, al trote, su armadura
muy cerca de Shalott.

Bajo el azul del cielo despejado
su silla tan lujosa refulgía
el yelmo y la alta pluma sobre el y
elmocomo una sola llama ardían juntos
mientras él cabalgaba a Camelot.
Tal sucede en la noche purpúrea
bajo constelaciones luminosas,
un barbado meteoro se aproxima
a la quieta Shalott.

Su clara frente al sol resplandecía,
montado en su corcel de hermosos cascos;
pendían de debajo de su yelmo
sus bucles que eran negros cual tizones
mientras él cabalgaba a Camelot.
Al pasar por la orilla y junto al río
brillaba en el espejo de cristal.
«Tiroliro», por la margen del río
cantaba Lancelot.

Ella dejó el paño, dejó el telar,
a través de la estancia dio tres pasos,
vio que su lirio de agua florecía,
contempló el yelmo y contempló la pluma,
dirigió su mirada a Camelot.
Salió volando el hilo por los aires,
de lado a lado se quebró el espejo.
«Es ésta ya la maldición», gritó
la Dama de Shalott.




IV

Al soplo huracanado del levante,
los bosques sin color languidecían;
las aguas lamentábanse en la orilla;
con un cielo plomizo y bajo, estaba
lloviendo en Camelot la de las torres.
Ella descendió y encontró una barca
bajo un sauce flotando entre las aguas,
y en torno de la proa dejó escrito
La Dama de Shalott.

Y a través de la niebla, río abajo,
cual temerario vidente en un trance
que ve todos sus propios infortunios,
vidriada la expresión de su semblante,
dirigió su mirada a Camelot.
Y luego, a la caída de la tarde,
retiró la cadena y se tendió;
muy lejos la arrastró el ancho caudal,
la Dama de Shalott.

Echada, toda de un níveo blanco
que flotaba a los lados libremente
—leves hojas cayendo sobre ella—,
a través de los ruidos de la noche
fue deslizándose hasta Camelot.
Y en tanto que la barca serpeaba
entre cerros de sauces y sembrados,
cantar la oyeron su canción postrera,
la Dama de Shalott.

Oyeron un himno doliente y sacro
cantado en alto, cantado quedamente,
hasta que se heló su sangre despacio
y sus ojos se nublaron del todo
vueltos a Camelot la de las torres.
Cuando llegaba ya con la corriente
a la primera casa junto al agua,
cantando su canción, ella murió,
la Dama de Shalott.

Por debajo de torres y balcones,
junto a muros de calles y jardines,
su forma resplandeciente flotaba,
su mortal palidez entre las casas,
ya silenciosamente en Camelot.
Viniendo de los muelles se acercaron
caballero y burgués, señor y dama,
y su nombre leyeron en la proa,
La Dama de Shalott.

¿Quién es ésta?
¿Y qué es lo que hace aquí?
Y en el cercano palacio encendido
se extinguió la alegría cortesana,
y llenos de temor se santiguaron
en Camelot los caballeros todos.
Pero quedó pensativo Lancelot;
luego dijo: «Tiene un hermoso rostro;
que Dios se apiade de ella, en su clemencia,
la Dama de Shalott».





(Traducción de Antonio Rivero Taravillo)

lunes, 1 de diciembre de 2008

Abrázame

Se acaba la noche y no te has comido nada. Decides dar la patada al listón. Ya todo vale, aún así nada. Nadie te mira. Estás borracho. Has bebido hasta más no poder. Balbuceas con uno de al lado de la barra pero sólo consigues proyectarle pequeños escupitajos hacia su cara creyendo que tienes una conversación seductora. Olvidas que en cuanto tomas dos copas la lengua se te traba. Lo intentas con el camarero, un bello machote traído del Este. Nada. Te invita educadamente, con su acento svenska, a que abandones el local. Ya van a cerrar y están recogiendo. Oyes risas por detrás cuando sales . Seguro que es por ti. Te da igual. Es lo bueno que tiene el alcohol. Saliste solo esa noche para olvidar y este absurdo ridículo no lo recordarás.

Nadie por la calle, son más de las siete de la mañana y empieza a amanecer. Hace un frío que pela pero tú vas a erupcionar por algún lado del calor que llevas por dentro. Pulsas un timbre...Esperas... Seguro que ya habrá cerrado. Te abre la puerta una cara conocida de algún sitio. Intentas recordar de qué lo conoces mientras le dejas tu chaqueta para que la meta en el guardarropa. El local está petado de gente. A medida que avanzas por éste se te va evaporando toda la cogorza que llevas encima del mismo nerviosismo que tienes...

Nerviosismo por follar. Tus sentidos se brutalizan. Oyes cadenas, azotes, gemidos,... golpes... Descorres la cortina oscura y te adentras en el fragor de los posesos que son desposeídos. Te acercas a un trío. Dos tiarrones, rapados, fuertes y velludos que no parecen ser españoles y una marica enclenque que es follada vilmente por uno de estos. El otro, le regala su gran verga que es lamida con fruición. No hacen falta señales para darte cuenta de que quieren que te unas al juego. Desabrochas tu bragueta y les ofreces tu nunca menospreciado aparato. No te hizo falta calentamiento previo, venían tus cuerpos cavernosos ya repletos de hirviente sangre desde antes de tocar el timbre. Te besas con el tiarrón. Te encanta como besa. Es más, te pone a mil como besa. El tiarrón II se une al beso. Ya es un beso a tres. Dejan de interesarse por la marica enclenque. Deduces que son pareja. Te entretienes en hacer análisis estúpidos incluso en situaciones como estas. Ellos se marchan, ya no les interesas tampoco. Tú te quedas para que te la coman un par de minutos más. De repente, te asalta una sensación de asco y arrepentimiento y te subes los pantalones a toda prisa. Te estás abrochando el cinturón cuando se te abalanza:

-Eh tú, duerme conmigo, quédate conmigo por favor.

-Qué dices tío, pero si no te conozco de nada, déjame...- le apartas con una mano mientras con la otra te remetes las pañoletas de la camisa.

-Venga que me presento, me llamo Roberto, soy de Cáceres y he venido a pasar el fin de semana. Ven conmigo hoy por favor, tengo sitio, no quiero dormir solo. Abrázame por favor, abrázame.