domingo, 8 de noviembre de 2009

El ataque de Amígdala

Érase que se era, un treintañón que sobrevivió a una terrible enfermedad: Amigdalitis aguda. Gracias a ésta, entendió a la perfección lo de que se le pongan a uno los huevos de corbata. Efectivamente, pareciera que se hubieran instalado dos huevos amigdagalácticos en la garganta del muchacho. Estos ovoides, provistos de una brutal artillería letal, atacaban a su presa con bombardeos febriles de hasta 42 grados provocando en el indefenso Arguifonte extraños síntomas como escalofríos, espasmos, titiriteras, delirios… Incluso en uno de esos ataques, le pareció levitar de su cama.... El pobre animalito, desvalido y encerrado en 28 metros cuadrados con prospectos en su mesita de noche como única lectura, apenas tenía fuerzas para ir al baño y su despensa y nevera acusaban el vacío. En penumbras, empapado en sudor y lágrimas y más solo que Hitler en el día del amigo, recibió una llamada, la única durante su convalecencia: la de su madre. Disfrutaba con su nuevo marido de un viaje con el Imserso por el desierto de Almería, "que por algún desierto habrá que empezar",-decía ella. Le contaba por teléfono, ilusionadísima y emocionada, lo maravillosa que era Carbonara -Carboneras para el resto de la humanidad- y que lo había flipado en el Oeste del Mini-Jolivus de Tabernas. Con tanta alegría le relataba su particular paraíso árido, que el afligido plutoníaco no quiso chafárselo con el repentino infierno que padecía.

Pasados cuatro días, se reincorporó, todavía paliducho, a su puesto de frutero. Cuando dieron las 11 de la mañana, fue a desayunar. Diligente sacó de su mochila un pitufito de jamón y un zumito que traía de casa, y es que la economía apretaba y no estaba el horno para bollos en panaderías y aún menos para cafeterías. Su hora del desayuno coincidía con la de los estudiantes de un instituto cercano, por lo que rápido y veloz, antes de que se lo quitaran, pilló un banco con vistas a la autovía, para ver los coches pasar y aprovechar también unos rayitos de Sol cada vez más fríos...

Primer bocado al pitufito…!!Ñam¡¡ Hum... !!Qué güeno¡¡ "Güeno" era la palabra exacta, "bueno" equivaldría a normal y no era el caso de tan exquisito manjar. Nuestro escuálido personaje ya casi había olvidado los sabores después de tanta amoxicilina y paracetamol por lo que el primer mordisco le supo a gloria.

A por el segundo bocado..... ¡¡Plof¡¡. Escuchó un leve sonido a su derecha. Torció la vista hacia su hombro diestro y comprobó cómo le deslizaba una materia blanquecina y viscosa en forma de rombo. Miró a ambos lados con cara circunspecta asegurándose de que nadie se dio cuenta del fenómeno. Con la boca abierta llena de mijillas, levantó la vista y pudo ver cómo le sobrevolaba una gran e inmaculada gaviota descolgada de sus compañeras que migraban rumbo a Neptuno. Sólo le faltó, al estúpido animal, soltar una gran carcajada y señalar con un ala al infausto protagonista.


11 comentarios:

  1. Ay! pobre Arguifonte tan solo y tan enfermo, de haberlo sabido te hubiera puesto paños de agua fría para bajarte la fiebre.
    Una vez, a 12.000km de aquí, hubo un pájaro que estuvo esperándome pacientemente a que visitara aquel país para dejar un rastro similar en mi cabeza.
    A 12.000 km de aquí...

    ResponderEliminar
  2. Faltó: alguien que llenara la nevera y los 28 m2..
    Sobró: la llamada de teléfono.
    Para reír: una gaviota en la autovía.
    Para llorar: el desayuno en un banco.
    Me ha gustado mucho tu tragicomedia que, a mi parecer no termina mal, que tener gaviotas cerca conlleva muchas cosas buenas. Aunque se caguen encima de uno.

    ResponderEliminar
  3. jjajjaaaa..
    hay dias que mejor no levantarse...
    he dicho dias?
    semanas...¡¡¡¡


    un abrazo amigo...y si eres tu el de las amigdalas...cuidate muchooooooooo
    :-)

    ResponderEliminar
  4. Pobrecico mi niño, Arguifonte, ojalá estuviera yo por Plutón, no te ibas a quedar solicoooo!

    ResponderEliminar
  5. Jodeeeerrr! Argui... queajcopordió!!! Pero tú tranqui compañero, cualquier día me bajo a Plutón, nos vamos a Carbonara (me encanta tu madre, que lo sepas) y nos ponemos hasta el culo de phosquitos y tigretones.
    ¡Hombrepordioscoñoya!

    ResponderEliminar
  6. mira el lado bueno... podría haber caido en el bocata :-)

    supongo que la amigdalitis ya se te ha pasado (a mi me las quitaron de peque y no veas tu que alegría que me mandó el medico comer helados para que se curara la herida)
    ademas dicen que si te caga un pajaro en la parte derecha recibiras dinero (si fuera a la izqda lo darías) (abuela griega dixit)

    ResponderEliminar
  7. Por favor que no me ocurra lo mismo con las gaviotas. He (estoy) superado (superando) una crisis en las cervicales con mareos a destiempo y pérdidas de conocimiento, y erupciones cutáneas por alergia a algún componente de alguna pastilla ya retirada, con masajes, microondas y corrientes (donde he descubierto a Emilio...) para que de repente salga a la calle y me tropiece con una caca que me caiga de los cielos.

    ResponderEliminar
  8. A pesar de lo narrado, a pesar de las penurias, de los medicamentos que destruyen el paladad, de las batallas de estrategía con adolescentes para posicionarse frente a la autovía, a pesar de la gaviota con la gracia en el ano, a pesar de todos los pesares y como siempre no he podido evitar reír.

    Puede que yo sea muy malo, pero lo que si es seguro es que tu eres muy bueno escribiendo.

    Abrazos

    ResponderEliminar
  9. Pobrecito, solito y padeciendo de esa manera y encima la p.... gaviota tiene que chafarte la guitarra en tu primer momento de placer, hay días que más valdría no salir de casa.

    ResponderEliminar
  10. Pobrecito, de haberlo sabido te hubiéramos llamado también..

    ¡Me ha encantado lo de tu madre, tienes que quererla mucho, que son lo mejor que tenemos! Y dile que te haga unos espaguetis a la carbonara, o carboneras, jaja..

    Un besazo

    ResponderEliminar