sábado, 6 de marzo de 2010

Un rosario de torturas

Rosario llegó a eso de las nueve. Tras una breve charla con su vecina, se despidieron no sin antes citarse para minutos más tarde desayunar juntas en la cafetería de Ramón. La media hora siguiente resultó ser pesadillesca. Subió la persiana de la joyería que regentaba, abrió la puerta y desconectó la alarma. Rosario no se percató de que la habían estado observando desde la acera de enfrente. Colocó las llaves sobre el mostrador y empezó a quitarse el abrigo que tenía chorreandito por la intensa lluvia de la mañana. No pudo hacerlo. Escuchó a su espalda las palabras "puta, dale a la luz". Era una voz de mujer. Una voz extranjera. No le dio tiempo a volverse cuando la mujer venida del Este la estaba agarrando por el pelo. Rosario pensó que la chica iba sola pero comprobó con horror que no era así: al encender la luz descubrió a un hombre grandísimo detrás de ella. Los dos llevaban pasamontañas. La rusa repetía muy nerviosa que le diera las llaves de la caja fuerte, pero Rosario, aturullada, le intentaba explicar que no sabía si las había traído. La mujer la empujó varias veces contra la puerta del baño hasta que la rompió con la cabeza. Cuando le abrió la caja fuerte, la chica volvió a dirigirse a ella en tono despectivo. «Puta, dame el sobre», le dijo. "Unos cinco mil euros en efectivo y otros cuarenta mil en brillantes", calculó por encima Rosario a la vez que rotaba su mano derecha...

Rosario continuó relatando en comisaría su particular via crucis ante un cariacontecido policía que lo transcribía todo. "No les pareció suficiente. Querían más. Me llevaron arrastrando a patadas hasta el mostrador", gimoteaba Rosario. "Me dijo que era poco dinero y me preguntó: '¿Qué te quemo, el pelo o la cara?'. Rosario le suplicó que por favor que el pelo, que no le tocara la cara. La agresión se convirtió en una tortura. Con un mechero intentaron quemárselo, pero como aún lo tenía mojado no pudo. La rusa, presa de la ira, tiró de mala hostia el encendedor y buscó algo cortante en la trastienda hasta dar con el cúter que el marido de Rosario utilizaba para los arreglos de piezas. Mientras la balcánica la trasquilaba, el hombre grandísimo la cogió de un brazo y comenzó a hacerle cortes con una cuchilla de afeitar. Hasta siete contó el forense . En el otro brazo, le hicieron una extraña marca, algo parecido a "XIT". Rosario, nombre ficticio pues prefiere permanecer en el anonimato, aprovechó un instante en que los ladrones desvalijaban las vitrinas para pulsar el botón de atraco. El teléfono empezó a sonar. Era la central de alarmas. La rusa empezó a gritar como una loca, quería seguir atizándole, aseguraba Rosario, pero él le recriminaba diciendo: '¡Police, police!'. Fue entonces cuando la agresora le puso una bolsa en la boca y empezó a liarle la cabeza con cinta adhesiva. Lo hizo con tanta fuerza que le rompió las patillas de las gafas.

Golpeada y amordazada, la rusa no se apiadó de ella y antes de marcharse, dio una última vuelta de tuerca a la tortura: Le abrió un pequeño agujero en la bolsa que le tapaba la boca y le introdujo, una a una, las pastillas de una tableta de valiums que Rosario llevaba en el bolso. «Eso fue lo que me permitió respirar», apostilló la comerciante. Los rusos huyeron con el motín no sin antes atarla de pies y manos. Media hora después, Manuela, su vecina, al ver que Rosario no venía a desayunar, se asomó a la rendija de la puerta metálica entreabierta y se la encontró maniatada, golpeada y con el pelo chamuscado en el suelo. Sus ojos imploraban auxilio, ojos que no conseguía cerrar pese a los tranquilizantes que le pincharon posteriormente en el hospital. Aún así, acabó su declaración dando las gracias a Dios porque había vuelto a nacer. Semanas más tarde, Rosario creyó morirse cuando la policía se presentó en casa para detenerla por presunta estafa y denuncia falsa.

*Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

3 comentarios:

  1. Dentro de la enorme gravedad de los hechos que relatas, este no es el peor de los casos, ya que últimamente abundan las acusaciones falsa de abusos por parte de los padres, o incriminaciones falsas de menores contra sus progenitores durante los procesos de divorcio, un país que pierde la ética a dónde crees que irá a parar.

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  2. Está muy bien hilado... En el fondo empatizas con Rosario, aunque siga habiendo algo que no cuadra en ella, es lo bueno... Me encanta.
    Felicidades.

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  3. Pues hijo. encima de burros apaleados... yo sí me la creo a la buena de Rosario.
    En fin, es lo que hay!
    Besos!

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