Llegó de casa de mi suegra excitado. Entró en la habitación, me apagó la tele y me hizo sentar sobre la cama. Tenía que decirme algo muy importante y me pidió el favor de que no le interrumpiese. Acaté la norma más callado que una cajera de peaje y me soltó de carrerilla, casi sin respirar, una historia de no se qué herencia de una tía segunda que su madre escondía en un bolsillo oculto de su traje de novia. Concluyó el esperpento afirmando que esto nos salvaría de nuestra paupérrima situación crediticia, vamos, que podríamos cancelar la tarjeta. Terminado el monólogo, se descremalleró la sudadera y del interior se sacó una cajita azul. Cuando la abrió, un dorado resplandor iluminó por completo la habitación. Recuperado a los pocos segundos de mi repentina ceguera, pude ver ya con detenimiento en su interior un anillaco con un piedrolo importante y un antiquísimo reloj que aún marcaba las horas. Fruncí por un momento el ceño para después de un manotazo coger el Longines suizo y, como si fuera un experto joyero, lo planté en la palma para tantear su peso: su peso en oro. Mi novio para ciertas cosas es muy fatigoso y le dan mucho palo los submundos y a mí, quizá por edad, un poco menos, pero mi inexperiencia mercantil en el negocio del oro hizo que sólo se me ocurriese una persona en el mundo que pudiera sacarnos del apuro: mi madre.
A la mañana siguiente la llamé para comentarle nuestra empresa y, tras un silencio desconfiado que se me hizo eterno , aceptó acompañarme a colocar el motín. La recogí en su casa y en cero coma ya estábamos en nuestro barrio de toda la vida. Se enganchó a mi brazo y, sorteando los mojones de perro de la acera, me decía que íbamos a un sitio en el que una vecina suya, la Chari, había vendido unos avalorios la semana pasada y que allí pagaban el gramo muy bien, pero que aún así, antes visitaríamos otros para comparar, "que la Bolsa de Londres, por la que se rige el valor del oro acá instante sube y baja"... De vez en cuando, se desenganchaba de mí e interrumpía su charla de experta broker para preguntar mi parecer sobre los estampados terrofícos de las blusas rebajadas en los escaparates de Modas Antoñita o Confecciones Pepita. En esa misma calle, la más comercial de la barriada, conté hasta tres establecimientos de . Entramos en uno que con un gran cartelón anunciaba el gramo a 22€ . El local estaba vacío y timoratos nos acercamos a un mostrador con una ventanilla. Del fondo, tras una cortina negra, apareció un señor de raza árabe. Intenté articular palabra pero no sabía por dónde empezar así que con codazo y un "¡venga mamá!", mi madre puso el automático :
-Buenos días, verá usted, venimos a traerle un reloj y un anillo. Es de una herencia de la pareja de mi hijo, de una tía suya sabe usted. El reloj es de principios de siglo, del siglo pasado claro... Funciona todavía ¿no lo ve? Mire qué cadena más bonita tiene...Esto,...¿A cómo tienen el gramo?...
El relojero marroquí, que aguantaba una lupa con la ceja y el pómulo, no le contestó y se limitó a meter la mano por debajo del ventanuco. Ejerció de alquimista con unos líquidos para verificar el kilataje y colocó sólo el reloj en una báscula que miraba hacia él. Hizo unas cuentas y nos dijo que nos daba por el reloj 1319€, que habría que quitar la maquinaria y que al ser de hombre pesaba mucho, pero que no nos daba nada por el sello, que el anillo no era de oro. Mi madre, ofendida por la presunta estafa de la que era acusada, insistió con vehemencia en que sí que lo era. El dependiente finiquitó la conversación asestándonos la primera en la frente:
-Señora, esto es oro del que cagó el moro.
Ni qué decir que no nos hizo nada de gracia el chiste, por mucho que él mismo se incluyera en él, y le exigimos que nos devolviera el material. Mi madre lo guardó de mala manera en el bolso y muy enfurruñados salimos del local en busca de otro, eso sí, cagándonos en todo: oro y moro incluidos...
A la mañana siguiente la llamé para comentarle nuestra empresa y, tras un silencio desconfiado que se me hizo eterno , aceptó acompañarme a colocar el motín. La recogí en su casa y en cero coma ya estábamos en nuestro barrio de toda la vida. Se enganchó a mi brazo y, sorteando los mojones de perro de la acera, me decía que íbamos a un sitio en el que una vecina suya, la Chari, había vendido unos avalorios la semana pasada y que allí pagaban el gramo muy bien, pero que aún así, antes visitaríamos otros para comparar, "que la Bolsa de Londres, por la que se rige el valor del oro acá instante sube y baja"... De vez en cuando, se desenganchaba de mí e interrumpía su charla de experta broker para preguntar mi parecer sobre los estampados terrofícos de las blusas rebajadas en los escaparates de Modas Antoñita o Confecciones Pepita. En esa misma calle, la más comercial de la barriada, conté hasta tres establecimientos de . Entramos en uno que con un gran cartelón anunciaba el gramo a 22€ . El local estaba vacío y timoratos nos acercamos a un mostrador con una ventanilla. Del fondo, tras una cortina negra, apareció un señor de raza árabe. Intenté articular palabra pero no sabía por dónde empezar así que con codazo y un "¡venga mamá!", mi madre puso el automático :
-Buenos días, verá usted, venimos a traerle un reloj y un anillo. Es de una herencia de la pareja de mi hijo, de una tía suya sabe usted. El reloj es de principios de siglo, del siglo pasado claro... Funciona todavía ¿no lo ve? Mire qué cadena más bonita tiene...Esto,...¿A cómo tienen el gramo?...
El relojero marroquí, que aguantaba una lupa con la ceja y el pómulo, no le contestó y se limitó a meter la mano por debajo del ventanuco. Ejerció de alquimista con unos líquidos para verificar el kilataje y colocó sólo el reloj en una báscula que miraba hacia él. Hizo unas cuentas y nos dijo que nos daba por el reloj 1319€, que habría que quitar la maquinaria y que al ser de hombre pesaba mucho, pero que no nos daba nada por el sello, que el anillo no era de oro. Mi madre, ofendida por la presunta estafa de la que era acusada, insistió con vehemencia en que sí que lo era. El dependiente finiquitó la conversación asestándonos la primera en la frente:
Ni qué decir que no nos hizo nada de gracia el chiste, por mucho que él mismo se incluyera en él, y le exigimos que nos devolviera el material. Mi madre lo guardó de mala manera en el bolso y muy enfurruñados salimos del local en busca de otro, eso sí, cagándonos en todo: oro y moro incluidos...
Ahí, dejando al lector con la intriga... ¬¬
ResponderEliminarJajaja, digo ! la salida que tuvo el moro, no sabe ná !
ResponderEliminarOtra cosa no, pero hoy en día proliferan los COMPRO ORO como las cagadas de perro. Me encanta esperaremos a la segunda parte de las Aventuras de Arguifonte y los gramos de oro.
WaitingFor Kisses
"Llegó de casa de mi suegra excitado." Alguien de calentón no puede ir a vender oro así por las buenas.
ResponderEliminar¿Era oro del que cagó el moro o plata de la que cagó la gata?
Para ser marroquí vaya cómo se ha integrado linguísticamente...
ResponderEliminarComo siempre me ha encantado tu historia. Espero que hayas vendido el Longines a buen precio, es un reloj bastante caro y más si es antiguo. Un abrazo.
ResponderEliminarEstoy con stultifer:El arranque es demoledor
ResponderEliminarJeje, la historia promete, estos líos de novios, madres, suegras y joyas (árabes chulescos incluidos) dan para mucho. Y todos los adornicos del texto, y AMANDA LEAR!! :-), qué genial, puro arte multimedia.
ResponderEliminarWatchMyWatch Kisses!!!
Al principio iba a decirte que actualmente el oro era uno de los pocos valores seguros, pero ahora uno se queda así, en el aire, esperemos el desenlace.
ResponderEliminarCreo que sucede mucho: las familias van a empeñar joyas y resulta que ya lo habían sido, por alguien, con anterioridad... en su momento no eran falsas, pero ya sí que lo son..
ResponderEliminarY el post del tio de las patillotas???
ResponderEliminarCeline: Espero que la segunda parte no acabe en decepción...Me encanta tenerte por aquí.
ResponderEliminarAlforte: Tú lo has dicho, como cagarrutas de perro salen de las calles los Compro Oro.
Stultifer y Ignatius: Siento haberos decepcionado, os prometo uno porno la próxima vez, permiso de mi novio mediante...
Con respecto al patillas, Stultifer, como diría mi prima AR: Todo ha sido un error informático...;p
Joac: La verdad que todos miraban más el oro que la marca. Malegra que te haya gustado. Un beso y enhorabuena por tu ilusión!
Theodore: Renovarse o morir. Para eso están también los blogs, y qué quieres que te diga, de paso suplo mis carencias "¿literarias?" con estos artefactos. Un abrazo.
Pe-jota: Valor sí que tiene, de haberse sabido lo de la explosión de la burbuja inmobiliaria, hubieramos hecho por lo menos la grifería de oro para amortizar la inversión.
Justo: ¡Hombre! ¡Tú por aquí! A saber la de veces que habrán intentado colar el anillaco...
Gracias a todos, me hace taco de ilusión ver vuestros comentarios.
Besitos para ellas, abrazos para ellos ¿o era al revés?...
Esto promete ser toda una aventura, no he podido evitar sonreír ante la pose de esa madre orgullosa, defendiendo lo suyo que no es del todo suyo.
ResponderEliminarVeremos en que acaba la cosa...