El coche lo tenía comido de mierda. Polvo, bolsas, botellas de plástico vacías y tickets varios campaban a sus anchas por entre los asientos. Abrí la puerta y me quedé con el picaporte en las manos. Miré con pena a mi decenario, pequeño y ovóide bólido blanco que pedía a gritos un suicidio asistido. Al sentarme en él, una hostia de calor me neutralizó y como pude así el volante con la yema de los dedos. Maniobré, empapaíto en sudor, marcha atrás para salir del parking del rastrillo de segunda mano. No obstante, mis papilas gustativas efervescieron en cuanto pensé en el gazpacho fresquito que, en sólo diez minutos, recorrería mi gaznate cuando llegara a casa. Ya en marcha, dejando atrás el mundo usado, hurgué en la bolsa-mochila hasta encontrar el cd de Dinah Washington que me había agenciado por 50 centimillos de nada. Lo inserté. La trompeta comenzó a sonar en mi cd-transistor y, de repente, la hasta ahora inexistente capota se desplegó y una brisa marina comenzó a ondular mis pestañas. El tiempo se ralentizó mientras pilotaba un Austin Healey 3000 por el paseo marítimo de Plutonia. En mi corto periplo sonreía a leidis empameladas que eran arrastradas por grandes perros. Ellas, ladeaban su sombrilla y me devolvían el saludo con coquetos guiños o lanzándome besos al aire. Se avisaban las unas a las otras en mi pasar para disfrutar de mi presencia. "Look at him! He is the great Arguifonte!", decían en perfecto inglés británico… La Dinah, ajena al desfile de sombrillitas, cangrejas y perros, estaba a punto de dar el do de pecho en la última frase de su tema más conocido y decidí ayudarla inspirando un poco de aire. Un semáforo vintage se puso en rojo y, justo al reiniciar la marcha, al Escarabajo de delante mía se le cruzó un puto perro escapado de una estúpida turista salmonetizada. "¡CRASSSSHHH!" La nueva y última mutación de mi pequeño auto llevaba acoplada consigo esta onomatopeya. La chancla se me encajó entre los pedales y aceleré en vez de frenar. Fue así cómo, en esta rara primavera veraniega, la fauna ibérica se rebeló contra mi Panda para metamorfosearlo en un sandwich, eso sí, con la inestimable colaboración de un Escarabajo y un León.
Haberle dado bambú para comer.
ResponderEliminarPues vaya fauna y vaya los perros que se creen que la acera no es su lugar.
ResponderEliminarMuy divertido si se lee con el tema sonando y si no también.
Así que tú también tienes querencias por la segunda mano eh...!
con una canción como esta la imaginación te puede llevar a cualquier sitio...
ResponderEliminarputo perro y estúpida turista.
ya se ha acabado esta rara primavera. feliz verano.
Y como sea, great Arguifonte, yeah!
ResponderEliminarMua!
P.D.: Mi más sincero pésame por tu Panda... en fin!