domingo, 24 de febrero de 2013

COMPARTIMENTOS


   Antes de instalarme en Plutón, compartí piso durante varios años, casi diez, con otros alienígenas. Sí, no eran seres humanos, eran alienígenas, seres de otro planeta con los que nunca llegué a entenderme. Mi primer compañero de piso fue por recomendación de un hermano de un amigo. Resultó ser un cubano negro fornido y pollón. Supe de la característica de su apéndice pues una noche llegué dolorido del trabajo y se me ofreció a darme un masaje. Cuando me di la vuelta se montó encima mía y acabamos, pues como teníamos que acabar. En aquella época, andaba yo acostándome también con chicas y al quedar mi presunta heterosexualidad en entredicho, todo esto me ocasionó un dilema mental de severa consideración por lo que no tuve más remedio que  abandonar la casa, a lo GH. 

   De allí me fui a vivir con dos informáticos. Los dos emigraban a sus pueblos los fines de semana y aprovechaba la ocasión para ejercer de anfitrión con los compañeros de universidad organizando macrofiestas en 90 metros cuadrados a las que de vez en cuando acudían personajes no invitados: la policía. Pasaron meses y me aburrí de ellos. La informática es fría, y calculadora, además de no haber apenas afinidad entre nosotros. Ni siquiera me dejaron ver la primera edición de Operación Triunfo y no me quedaba otra que dormir los lunes en el hogar familiar. Lo sé, a pesar de ir de moderno hoy día con cantantes que no conoce ni su madre, por aquel entonces la enorme Rosa me ponía la carne de gallina... 

   En un periplo por más de diez pisos, compartí vida con dentistas, estudiantes de Erasmus, jugadores de rol,  mecánicos,  camareros, etc.  Harto de suciedad, desorden y testosteronas desatadas y debido a que mi paupérrima economía sólo me permitía independizarme de esta forma, opté por una pretendida sensibilidad, armonía y bienestar: un piso de chicas.

   Cuando quedé con ellas para verlo me recibieron con los brazos abiertos. Al parecer llevaban bastante tiempo buscando un compañero pero ninguno se decidía por quedarse. En aquel hogar, los primeros días yo era el rey del gallinero y ellas… más guarras que las gallinas. Una era maestra y la otra cocinera. La maestra estaba en paro y  a la cocinera nunca le faltaban ingredientes ya que la Arguiñana no dejaba de sisarme comida y a mí, como que me daba vergüenza recriminarle la falta de guisantes o salchichas. La maestra todos los días era visitada por su novio yonki que por contrato de palabra, le exigía mínimo un polvo diario. Así me lo confesó ella tras insinuárseme el día que él no cumplió. He de  reconocer que, al ser mi habitación  contigua a la suya, alguna gayola no estipulada en las clausulas cayó. La cocinera, una peliteñida sempiterna aspirante a MHYV, tampoco curraba: la acababan de echar de la hamburguesería que trabajaba por robar. Así que todos los días las tenía en casa. Siempre emporradas y en estado de levitación,  organizaban fumatas blancas en el salón con gitanos que venían a suministrarles chocolate de valde. Yo no es que sea racista,… pero… ¡ni peros ni leches!, tener la casa llena de gitanos todos los días como que no, como que me acojonaba un poco. Por aquel entonces trabajaba yo en la noche, no de gogó ni de relaciones públicas, sino de telefonista en una central de alarmas y cuando llegaba al amanecer, me encontraba con gitanos durmiendo por toda la casa, en los sofás, babeando en la mesa de la cocina, desparramados en colchones de playa por los pasillos... Tenía que sortearlos hasta llegar a mi camita donde , cagado de miedo, me tapaba con el nórdico hasta las pestañas, buscando con mis húmedos ojillos objetos punzantes por todo el cuarto por si entraban allí, no ser que mi presencia les molestase y le dieran por meterme un navajazo.  

    Una día tuve que pasar por el salón para tender la ropa en la terraza. Abrí la puerta y todos estaban jaleando a la tele.  Todo era calcado  a aquella escena en la que los gremlins estaban liándola parda en una sala de cine.  Entre el  humo porretil y los destellos de los cordones y anillos de oro pude adivinar lo que tenían puesto: ¡Un dvd de la boda de Farruquito! Me quería morir. Mientras tendía, el tembleque me hacía no  atinar con las pinzas. Quería huir de aquella jauría como fuera. No sabía qué hacer, si romperme la camisa, la camisita que tengo o coger la sábana bajera y lanzarme al vacío en paracaídas, cosa harto  difícil pues vivíamos en un bajo con rejas. 

   Pasaron los días y la situación tornó en un infierno que se desbordó cuando al volver de un fin de semana en Cádiz me encontré con toda la familia de la cocinera, su madre y tres hermanos,  instalada allí, desahuciados por su casero. Aquello colmó la gota del vaso. La situación era insoportable y no me quedó más remedio que rendirme. Abandoné aquella pocilga en cuestión de horas.

   Esa misma semana, un grupo de estúpidos astrónomos decidió que Plutón dejaría de ser un planeta. Al quedar vacante su posible habitabilidad, decidí okuparlo, hasta hoy. De mis compartimentos con plutoníacos ya hablaré otro día...


  

viernes, 22 de febrero de 2013

ASAF AVIDAN


  Si me preguntasen alguna vez sobre cuál ha sido mi mayor influencia musical en los últimos años no respondería  Radio 3, Los 40 Mojones o Radio Chankete. Sin duda alguna diría Spotify.  En cuanto descubro mi nueva obsesión me taladro el hallazgo hasta el hastío. Me pasó con Florence + The Machine, Lana del Rey y ahora con Asaf Avidan. No, amigos, no voy a ir de guay por la vida, reconozco que en la estantería de  mi "doremifasol" particular reposa la música más ecléctica que os podáis imaginar: mis gustos van desde Paloma San Basilio, Rocío Jurado o Madonna hasta The XX o Kapput:



   La voz de Asaf Avidan ha logrado tremulizarme la carne sobremanera. Nacido hace 33 años en Israel y criado entre Jamaica y Nueva York, formó parte del grupo Asaf & The Mojos, de estilo folk, ya disuelto. Una canción de este grupo, "Recocking song", fue rememezclada por un productor alemán en 2012 convirtiéndose en un gran éxito, "One Day/Recockning song":


   A finales del año pasado lanzó en Israel un álbum en solitario, Different Pulses todavía no editado en formato físico en el resto del mundo. Sí queridos followers, soy un antiguo  y aún  sigo comprándome cd´s en formato físico. Su voz rasgada es un cóctel de muchas voces, desde Janis Joplin, Macy Gray a, por qué no decirlo, Amy Winehouse. De hecho,  en la primera escucha no esperas encontrarte con un hombre, guapísimo por cierto.

   Su primer sencillo da título al disco y este es su videoclip:


   Disco, las once canciones que lo componen, muy a tener en cuenta, altamente recomendable así como dañino, por ejercer un peligroso poder de adicción...







domingo, 17 de febrero de 2013

PAN Y CHOCOLATE


   Me hago mayor. Trabajo en turnos de mañana o de tarde y la semana que madrugo tengo que desistir, muy a mi pesar, del cafelito de la tarde.  Anteayer opté, después de un siestorro de hora y media, por una merienda de lo más infantil y festiva: un batido de vainilla y un hipermegabocadillo de chocolate.No era de Nocilla, sino chocolate de tableta,  como el que de niño solía prepaparme mi madre mientras yo me quebraba la cabeza entre conjuntos y subconjuntos... Empecé por el pico de la barra pero acabé con los dos tercios que quedaban. Ni una migaja dejé. Soy panadero y me temo que no cumplo lo de "en casa de herrero" y es que en mi casa se come pan en cantidades industriales.

   Os preguntaréis que qué quiero decir con esto, que a dónde quiero llegar. La explicación es muy sencilla: me sentí mal, fatal, como un cerdo famélico. En el almuerzo, el primer tercio de la barra de pan cayó junto a un platazo de calamares a la romana con abundante mayonesa, eso sí, acompañado con unas lechuguinas para compensar. Así que, cuando devoré el bocata, aún relamiéndome el chocolate que me había quedado entre los dientes, me puse el chándal y las zapatillas. Tenía que quemar como fuera esas calorías de más y salí a la calle con rabia. Recorrí cientos y cientos de metros a un paso de corredor de marcha hasta plantarme en un espigón junto al puerto de Plutón. Allí, sudandito a mares, me senté sobre una roca y presencié uno de los atardeceres más espectaculares que recuerdo haber visto en mi vida. Soy el tonto de las fotos así que  saqué el móvil y al hacer ésta me dije a mí mismo: "qué coño, por ver algo así ha merecido la pena el bocadillo de chocolate..."


miércoles, 13 de febrero de 2013

CLUB KARIBE


   Hicimos una parada en el viaje para comer. En una explanada que había en la carretera, aparcamos frente a una casa abandonada. Salí del coche para coger los bocadillos y cuando subí la puerta del maletero me percaté del cartel que tenía delante de mí: CLUB KARIBE. Soy morboso, lo reconozco, pero esto ya superaba las expectativas de mis más polucionables sueños. Tenía a mis pies un puticlub abandonado, con la puerta abierta... Los ojos se me hicieron chiribitas y el corazón se revolucionó. Jon, que aún no había salido del coche, estaba mandando un whatsapp a alguno de sus cientos de amigos. Acelerado le dije que mirara hacia arriba con cara de “¿entramos?”. Ni qué decir que dejamos el almuerzo para después...


  Al cruzar el marco sin puerta de entrada había una sala roja de espejos rotos , máquinas tragaperras saqueadas y un jukebox  destartalado tumbado en el suelo.  Me imaginaba cómo debía ser aquello lleno de putas ofreciéndose a los hombres de la zona. La imaginación no iba exenta de miedo. Vale que era un puticlub abandonado, sin más,  pero quizá, influenciado por American Horror Story,  no podía evitar acordarme del inicio del primer capítulo de la segunda temporada. Eso sí, cumplimos con todos los clichés de las pelis de terror, uno por uno: 

   Puertas que prohibían el paso, puertas que abríamos de una patada...


          
   Escaleras que nos guiaban hacia lo desconocido...

         
                                            
   Pasillos tenebrosos en donde no se oía nada, pero que en mi cabeza reproducían perfectamente los jadeos que seguramente allí años atrás hubieron...



   Todas las habitaciones estaban saqueadas. Sólo decoraban sus paredes lavabos y bidés fantasmas...




   Llegamos por fin a la del fondo, a la habitación azul. Su belleza derruida produjo en mí un efecto descomunal, indescriptible...




   Fue tal la excitación que me provocó la mezcla de morbo y miedo que me empalmé. No me quedó otra que bajarme los pantalones y pedirle a mi fotógrafo que me la comiese. Los bocadillos podían esperar...