"Brevedad es el alma de la agudeza", William Shakespeare.
La última carcajada de la noche la solté encerrado en un baño con seis drags. Disfruté como un enano con ese mariconeo elevado a la infinita potencia. Contemplarlas mear de pie era ya de por sí un espectáculo. Me morreé con todas para despedirme y salí del local tuneando una foto que hice para subirla a Instagram. Doblé la esquina tambaleándome y alejado del ruido quise llamar por teléfono a mi novio. De sopetón, sin comerlo aunque sí beberlo pues llevaba yo encima una tajada importante, se acercó un chico bien parecido de tez morena en un Terrormolinos decrépito y más trashy que nunca a esas horas. Agarró mi cintura y tocándome la entrepierna me desplazó contra la pared diciéndome con acento árabe:
—Eh tú, vente conmigo a follar ahí atrás...
Así, directamente, sin previos ni ostias, a saco. Hice un amago de apartarlo pero por culpa de mi estado y lo insólito de la propuesta me quedé bloqueado. Diez segundos, sólo diez, duró mi catatonia. Los suficientes para que aquella noche de pelucas, plataformas y whiskies con Seven Up me dejaran literalmente en pelotas en aquel callejón. El tiempo justo que el moro necesitó para robarme el móvil y la cartera.
—Eh tú, vente conmigo a follar ahí atrás...
Así, directamente, sin previos ni ostias, a saco. Hice un amago de apartarlo pero por culpa de mi estado y lo insólito de la propuesta me quedé bloqueado. Diez segundos, sólo diez, duró mi catatonia. Los suficientes para que aquella noche de pelucas, plataformas y whiskies con Seven Up me dejaran literalmente en pelotas en aquel callejón. El tiempo justo que el moro necesitó para robarme el móvil y la cartera.
Diez segundos bastan para pasar de la euforia a la derrota, diez segundos de la felicidad al fracaso... Así es la vida de rápida, no es culpa de nadie, ni tuya, ni del moro... carteras más, carteras menos, es una buena historia.
ResponderEliminarUn abrazo.