Por su cumpleaños no recibió felicitación alguna. Mocito viejo con noventa y cuatro años acoplados en su osamenta, no tenía cuenta en un Facebook chivato que le diese la posibilidad de ser felicitado por algun camarada del bando azul donde le tocó luchar; o algun compañero del cine donde curró de acomodador; o por Luis, un amante furtivo que tuvo allá en los años cincuenta y que él mismo catalogaba de "asqueroso vicio". No hubo nada de eso, aunque para el caso daba igual: todos estaban muertos.
Ramón seguía con la misma ilusión que de pequeño y esa misma mañana se compró una tarta en 'La Mallorquina". Al anochecer se maqueó un poco, se plantó la boina, bajó a la plaza y frente al cine Callao se hizo el loco soplando unas velas para celebrarlo en primera fila.
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