viernes, 9 de octubre de 2015

LA CHICA DE LA CRUZ ROJA


   Julia, nieta, hija y viuda de militares, vivía con Yanira, su interna colombiana desde hacía diez años y con Franco, su chihuaha, en un ático del madrileño barrio de Salamanca. Sin hijos por la gracia de Dios, dedicaba su tiempo a libre a colaborar con la Cruz Roja. Ese día iría con Juana, un año más, por calles y plazas del distrito repartiendo banderitas además de pasear la hucha pero, antes de solidarizarse con la miseria para asegurarse la gloria, tomaron un descafeinado de máquina en una terraza de la Plaza de la Independencia. Entre sorbos Julia barruntaba lo quería confesarle a su amiga de toda la vida, compañeras de pupitre cuando estudiaron en las Hijas de la Caridad. Aquella tarde estaba siendo rara para las dos. La charla era algo inconexa. Se les acabó la taza. Juana escribió al aire para pedir la cuenta. Ella aprovechó su distracción para dibujarle su futuro:

- Juana, voy a casarme con Yanira.

Plaza de la Independencia, Madrid

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