martes, 22 de diciembre de 2015

MISA DE DOCE


   Eran las doce y cinco de la mañana cuando dejaron de sonar las campanas de la iglesia. Se aseguraba así que todo el pueblo estuviera metido en misa viendo una representación viviente del nacimiento del niño Dios y que no hubiera ni un Cristo en la calle. Ocurrió a las doce y siete de aquel último domingo de otoño. Dos minutos le bastaron a Venancio para coger su bicicleta, cruzar la plaza Mayor, entrar por la calle Larga hasta meterse por la puerta falsa de la casa de Merceditas la Polletona, la chati con la que había quedado por el Tinder.



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