sábado, 13 de octubre de 2012

MI VIDA PASAR


   El otro día, camino de la estación del Cercanías, capturé esta imagen en mi pueblo. Los bancos, al igual que los trenes, siempre me llamaron mucho la atención. Son espacios de tránsito, de espera, de ver la vida pasar. Cuando miro a viejos sentados me da ternura y nostalgia a la vez. De pequeño solía sentarme con mi abuelo en uno que había en un bulevar del barrio. Allí, al caer la tarde, se reunían siempre en el paseo las mismas personas ocupando los mismos sitios. Incluso las charlas eran siempre las mismas. Yo nunca intervenía y es que por aquel entonces ya empezaba a instalarme en Babia, como hoy me sigo instalando en Plutón. Aún así, recuerdo con felicidad cuando llegaba el momento de ir buscar nuestro sitio. Una vez, una amiga me contó una curiosa anécdota de Cudillero, un pueblo de Asturias que visité en junio. Sentada mientras esperaba que su novio hiciese algunas fotografías al puerto, se le plantó  en jarra una vieja delante y le puso mala cara, casi amenazante. El motivo no era otro que allí, los asientos de los bancos, se heredaban de generación en generación. Una ley natural que al parecer cumplían a rajatabla.

   El banco puede que sea ya uno de los pocos lugares en el que la gente siempre se saluda al acercase, algo ya extinto en esta sociedad tan tecnológica y whatsappeada. Una sociedad enredada y virtual donde los "amigos" se cuentan por centenas pero que en pocas ocasiones seríamos capaces de rellenar ni siquiera uno como el de la foto. A los protagonistas, seguramente no les hizo falta móviles, ni Facebook, ni demás estupideces para encontrarse esa tarde. Cuando la hice me asaltó una duda, un temor. Siempre he tenido mucho miedo a la vejez, miedo al cómo será, al cómo de solo estaré. Me pregunté de qué forma, con la edad de ellos, vería la vida, mi vida pasar.

2 comentarios:

  1. No será en Barcelona, últimamente, mejor dicho desde hace unos años el mero hecho de saludar casi parece una molestia.

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  2. De seguir así la cosa, llegará un día en el que en vez de desearnos salud nos deseemos la muerte.

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