A veces... a veces exteriorizas demasiado lo que sientes. Todo lo elevas a la máxima potencia, con tanta velocidad como con la que se derruye una vez acabado el discurso. Siempre sueles decir: "Vida aburrida, no precisamente la mía" ¿Que coño sabrás tú de la vida ? Aunque todos los días la vives y cuando no la vives te la inventas. Siempre habías pensado, desde niño incluso, que la mejor opción de vida era estar solo. Ya te diste cuenta de lo equivocado que estabas. Sinuosos caminos de anhelos y deseos con el único fin de encontrarte con alguna presencia. Siempre a la búsqueda de una compañía. Compañía que alguna vez fue despedazada. Presencia a la que arrancaste algún beso. Compañía a la que abrazaste con fuerza alguna vez hasta casi llegar a la extenuación. Presencia con la que te reías a mandíbula batiente. Compañía que fue follada torpemente. No te importaba el orgasmo. Sólo buscabas el roce, el contacto con el otro.
Y ahí estás: solo con tu inventiva. Siempre conduces solo por la autovía abstraído en tu coche con una música estruendosa enriquecida en decibelios. Te hace sentir más solo aún. Soledad en tu apartamento; minúscula habitación siempre con la radio o el televisor encendido; siempre oyendo el murmullo de locutores y presentadores que cohabitan contigo, que se dirigen a ti pero que ni siquiera se percatan de tu existencia. Murmullos sólo interrumpidos por jadeos procedentes de los altavoces de tu ordenador. Solo pero acompañado de vecinos. A tu derecha, el jamonero infiel. A tu izquierda, cuatro mozalbetes de vacaciones que a pesar de la molestia que te ocasionan, echarás de menos en su partida. Se acrecentará entonces el temor a la vuelta de la misteriosa tos profunda que a su vez cohabita con ellos, ahora silenciada con tanta algarabía.
Ni Hitchcock hubiera conseguido una ventana más indiscreta que la tuya. Ni adrede la hubieses encontrado tú. Ni siquiera tienes cortinas en ésta para no perderte detalle. Aprovechas cada tendida de colada para atisbar algo en otras ventanas de igual tamaño. Amplios ventanales casi siempre abiertos de par en par en los que nacen y mueren historias renovadas quincenalmente. No en vano vives en una colmena turística. Todavía ereccionas al acordarte de aquel vecino del tercero. Llevabas meses apuntando tu mirada hacia él. Vecino al que nunca conocerás por su cara, pero sí por su torso, siempre desnudo, era la única perspectiva que tenías desde ahí arriba. Nunca salió a la terraza, siempre estaba estudiando aquel chaval, día y noche sentado frente a su escritorio, con la luz del flexo apuntando hacia sus apuntes, su torso, su prominente paquete cubierto por un pantalón corto...Llegó el gran momento, el momento que tanto habías estado esperando. Siempre lo hacías en tu época de estudiante, porqué no iba a hacerlo ahora él...Un día, antes de irte a trabajar en el turno de noche, te asomaste una vez más por si sonaba la flauta..... y vaya si sonó... Así, sin dilación, súbitamente, el chico se bajó el pantalón hasta llegar a medio muslo, se retiró un poco del escritorio y comenzó a batir fuertemente aquella post- adolescente gran verga, tiesa y dura... Menudo vigor el del chaval, menudo furor el tuyo...
Y ahí estás: solo con tu inventiva. Siempre conduces solo por la autovía abstraído en tu coche con una música estruendosa enriquecida en decibelios. Te hace sentir más solo aún. Soledad en tu apartamento; minúscula habitación siempre con la radio o el televisor encendido; siempre oyendo el murmullo de locutores y presentadores que cohabitan contigo, que se dirigen a ti pero que ni siquiera se percatan de tu existencia. Murmullos sólo interrumpidos por jadeos procedentes de los altavoces de tu ordenador. Solo pero acompañado de vecinos. A tu derecha, el jamonero infiel. A tu izquierda, cuatro mozalbetes de vacaciones que a pesar de la molestia que te ocasionan, echarás de menos en su partida. Se acrecentará entonces el temor a la vuelta de la misteriosa tos profunda que a su vez cohabita con ellos, ahora silenciada con tanta algarabía.
Ni Hitchcock hubiera conseguido una ventana más indiscreta que la tuya. Ni adrede la hubieses encontrado tú. Ni siquiera tienes cortinas en ésta para no perderte detalle. Aprovechas cada tendida de colada para atisbar algo en otras ventanas de igual tamaño. Amplios ventanales casi siempre abiertos de par en par en los que nacen y mueren historias renovadas quincenalmente. No en vano vives en una colmena turística. Todavía ereccionas al acordarte de aquel vecino del tercero. Llevabas meses apuntando tu mirada hacia él. Vecino al que nunca conocerás por su cara, pero sí por su torso, siempre desnudo, era la única perspectiva que tenías desde ahí arriba. Nunca salió a la terraza, siempre estaba estudiando aquel chaval, día y noche sentado frente a su escritorio, con la luz del flexo apuntando hacia sus apuntes, su torso, su prominente paquete cubierto por un pantalón corto...Llegó el gran momento, el momento que tanto habías estado esperando. Siempre lo hacías en tu época de estudiante, porqué no iba a hacerlo ahora él...Un día, antes de irte a trabajar en el turno de noche, te asomaste una vez más por si sonaba la flauta..... y vaya si sonó... Así, sin dilación, súbitamente, el chico se bajó el pantalón hasta llegar a medio muslo, se retiró un poco del escritorio y comenzó a batir fuertemente aquella post- adolescente gran verga, tiesa y dura... Menudo vigor el del chaval, menudo furor el tuyo...
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