lunes, 31 de agosto de 2015

EL COLUMPIO


  Una vez alguien, cuando mi vida era poco menos que un tango, me aconsejó que si encontraba la felicidad en un columpio me quedase toda la vida ahí montado. Probablemente, columpiarse y volar sean experiencias equiparables. Recuerdo de niño la sensación de cosquilleo, vértigo y libertad que encontraba al montarme en estos cacharros. Empujado al principio por mis padres hasta conseguir hacerlo yo solo. Volar, volar, volar… Éso me imaginaba cada vez que me impulsaba cuando era un mico. Estos quince días pasados, aparte de pasar volando, seguramente hayan sido los más felices de mi vida ya casi en cuarentena. La foto que mejor resume mis vacaciones es esta y es que he seguido el consejo que me dieron hace diez años a rajatabla: no he faltado ni un solo día a mi particular cita con la alegría. Gracias a todos los que de una forma u otra lo han impulsado para que yo pudiera balancearme en él. Llegarán las lluvias y el frío invierno pero yo me quedaré para siempre en este agosto a vivir.



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